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Un fin de semana bestial (última parte)


A la mañana siguiente nos despertamos tarde, aunque estaba subida la persiana, la ventana tenía unas cortinas tupidas que apenas dejaban pasar un rayito de luz, suficiente para saber que no era temprano .
Me levante rota, me dolía el cuello y la espalda y cuando vi la hora di el toque de queda pues corríamos el riesgo de perdernos el desayuno. Saqué a Bruna a su paseo matutino, como quiera que estábamos enfrente de un camino de tierra la dejé ir sola sin perderla de vista, -un pis y corriendo otra vez para la habitación-. Nacho se negaba a despertarse, lloriqueaba y decía “a mimí” ….“a mimí” todo el rato (en esos momentos te acuerdas hasta de sus ancestros), así que mientras Eduardo se duchaba y Diana se vestía vestí a Nacho medio dormido y protestando…que cuando tiene un mal despertar …bueno su carácter kazajo se pone de manifiesto y es bastante difícil de aguantar el pobrecito de lo cabezota, agota lo que se empeña en llevar la contraria y como grita y llora con todo y por todo ( y te vuelves a acordar de sus tatarancestros), Eduardo se fué con los niños hacía el restaurante y asi pude componerme yo .
Llegamos a tiempo al desayuno, el buffet estaba muy bien surtido, Eduardo y Diana hicieron un desayuno continental y descomunal, yo soy incapaz de tomar salado recién levantada y opté por el desayuno clásico : café con leche, zumo y unas tostadas con mermelada y mantequilla.
Tras el desayuno nos fuimos a dar de comer a los patos y a las carpas, que al contrario de la tarde anterior nos hicieron poco caso. Debían de haber comido ya porque apenas se nos acercaron algunos patos por curiosidad y una perca que si que dio mas cuenta de las migas de pan que los niños les tiraron.
Ya en la habitación recogimos todo y nos marchamos del hotel, decidimos que como teníamos todo el domingo para regresar lo haríamos yendo hacía Quesada, para ver el nacimiento del río Guadalquivir y después pararnos en el “Chorro”, un paraje de acantilados donde poder observar buitres y buitreras, y ver volar y oir los chillidos de las chovas piquirrojas.

En el nacimiento del río Guadalquivir Diana vió como la gente atravesaba el rio pasando por entre las piedras y quiso intentarlo, una vez puesta en faena se dió cuenta de que lo que parecía facil y divertido no era tan fácil y a nosotros su intento nos permitió grabar un simpatico recuerdo de ese día.

Casi todo el camino trascurre por pista forestal atravesando el bosque de coníferas, para poder disfrutar del olor a pino, fuimos despacito con las ventanas abiertas, tuvimos la suerte de que el día anterior había llovido y no se levantaba polvo de la pista de arena. Daba gusto ir así: los niños también iban calladitos mirando la maleza por si teníamos la suerte de ver algún otro animal y aunque no tuvimos suerte de ver alguno, al llegar al Chorro, vimos un montón de rastros de animales (pisadas en el barro y excrementos en la hierba ) y oímos a las chovas y vimos volando buitres a distintas alturas casi constantemente, y tanto Nacho como Diana disfrutaron mirando a través de los prismáticos sobre todo desde el puesto de observación de las buitrera.
Como era la una casi y media y aún nos quedaba un buen rato hasta llegar a algún sito para comer, aprovechamos y nos comimos entre los cuatro una latita de foiegras de esas abre fácil con un paquetito de galletas “Tuc”-para canapés- que había traído yo de casa para reponer fuerzas en momentos necesarios y la verdad es que nos supo a gloria. Diana iba contando los turnos de rotación “esta para mi, esta para Nacho, esta para papá, esta para mamá…”-no se le pasó ni uno-, y al final Nacho coreaba con ella “para mamá… para papá… mío!”y cuando se lo comía salía corriendo a saludar a los buitres que planeaban en el cielo muy arriba por encima de nosotros.…Y pasamos un ratito muy a gusto repartiéndonos los bocados como quien se reparte cromos.
Luego ya pusimos rumbo a casita y tan solo paramos en un restaurante de carretera a comer unas raciones y unos helados, fue un trayecto largo y un poquitín pesado en esa parte, pero después de comer los niños se durmieron un rato y así se les hizo más corto.
Cuando les preguntamos a los niños sobre qué es lo que más les había gustado de todo lo que habían visto, Nacho por supuesto, no dudó un segundo en decir “la lana” (la rana) y Diana nos especificó que lo que más le había gustado de todo habían sido las “cebras” y ver a las “nutrias” volando… refiriéndose a las “ciervas” y a los "buitres"…. La pobre con tanta información y tanto vocabulario aprendido en estos pocos meses, parece que le pasó como a aquel alemán que se apuntó al curso de español “aprenda 1000 palabras en 7 días” y cuando le preguntaron si el curso era eficaz, muy contento explicó que desde luego que si, que el sabía 1000 palabras en español y que todas, todas las tenía almacenadas “aquí, en el culo”(señalándose la cabeza).
Esto que parece exagerado le sucedió a una chica joven, extranjera, que en un perfecto español un día en la tienda, me pidió que le vendiera un sujetador color piel porque se le transparentaba ¡la falda!...
Sólo espero que a nuestra hija este rápido aprendizaje no le juegue muchas malas pasadas, de momento se limitan a cosas de este tipo y a pedirme jamón en vez de jabón cuando se está duchando…En cualquier caso ella sabe reírse de si misma y lejos de que estas confusiones le creen un problema, hacen que bromee y dan pie para bromear.
Fue un fin de semana en familia, muy especial porque fue el primero los cuatro juntos, fuera de casa. Eduardo y yo somos muy viajeros, y no necesitamos de muchas excusas para salir de viaje, pero con los críos es diferente, sobre todo Nacho y sus cruces de cables cuando se le traba la rutina, sobre todo la nocturna, me imagino que poco a poco iremos consiguiendo que a Nacho no le desestabilice tanto el dormir fuera de casa, o tal vez cuando sea un poco más mayor y confíe un poco más en que el dormir no le arrebatará el mundo del que ahora tanto miedo le da ausentarse.

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