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Cazos, sostenes y secretos.

Itsatso es no cabe duda,una persona especial, una de esas mujeres que saben ver a través y más allá de todas las cosas, que comparte esa visión suya de la vida y del arte en un blog:

"Cuaderno de retazos"



Un sitio Repleto de maravillas, en el que logra una emulsión exquisita entre imágenes, datos y comentarios. Un rincón en este mundo virtual al que estoy suscrita o más bien enganchada. Hoy miro mi correo y me encuentro con un nuevo post suyo..Tengo un minuto? Si, me asomo… y zas! me atrapa como siempre, mucho más de un minuto, creo que hoy me ha atrapado para mucho mucho rato, porque mucho después que cierre su blog incluso hasta después de que apague el ordenador, el contenido de su post va a seguir dándome vueltas en el pensamiento.

Además estoy deseando comentárselo a mis hijos: Nacho lo mirará con esa cara de mil ojos y absoluta concentración que pone para que no se le escape nada y Diana como con casi todo que le “toca” la fibra tratará de escabullirse mentalmente en el punto donde ya no lo soporte más con algún comentario de maniobra escapista… luego cuando termina la historia, el cuento, los dibujos, siempre me parece que no le ha gustado o que ha preferido quedarse al margen, pero luego en el momento menos esperado y sin venir a cuento -o a veces si- lo trae a colación y me doy cuenta de que le ha “calado”.


Y Nacho, al terminar si le ha “llegado” tiene siempre la misma mueca, una muy característica en la que frunce la boca sacando el labio inferior, se queda pensando unos segundos y...¡a otra cosa apapola! (apapola es como desde pequeñito llama a las mariposas , apapola es un palabro que me parece tan bonito que hemos acabado por añadirlo todos en casa a nuestro vocabulario).

En el post de Itsatso comentaba con su habitual atino este cuento:

Todos somos un poco Lorenzo...

¿Cuál es nuestro cazo? ¿Qué herida o rareza vamos arrastrando de manera que nos evidencie como personas especiales para lo bueno o para lo malo? Porqué no todos los cazos, no todas las peculiaridades son malas o negativas, empecemos por ahí, aunque si que casi todas asustan y hasta provocan reacciones de rechazo en los demás.

Ya sabemos: lo diferente asusta, aunque sea un rasgo o una simple actitud. En este sentido he podido comprobar, que para algunas personas a veces los gestos espontáneos y desmedidos de cariño de mis hijos les desconciertan hasta tal punto que no saben cómo actuar a veces, y hay personas incapaces de responderles con naturalidad cuando mis hijos les abrazan de esa manera tan cariñosamente expresiva. ¿Puede ser su necesidad de afecto uno de sus “cazos”?

Creo que poco a poco se irán dando cuenta de que aquello de que "la verdadera medida del amor es amar sin medida" tiene muchos matices.

¿O tal vez el cazo que arrastren mis hijos sean sus rasgos orientales?

Hoy ha sucedido otra vez…a Diana le han llamado “china” y ella lógicamente percibe el tono despectivo de ese comentario, y por más que le explique que eso se lo van a decir millones de veces y que es exactamente igual que si le dijeran “morena” porque tiene el pelo oscuro…ella lo percibe como un insulto.

Ya ni se molesta en corregir al que se lo dice diciendole que no, que ella es kazaja,así que vamos a probar un método de “desarme al contrario” y la próxima vez si el que se lo dice o la que se lo dice es rubia pues que le conteste con un “y tu pelo rubio”. Porque del mismo modo que ella no ofenderá con su comentario tal vez le sirva de defensa y de autoconfirmación.

-Mamá a ti alguna vez te han insultado?


-Uhmmm..Bueno...no hace mucho...en la cola del supermercado un niño mal educado me dijo "quita pa yá culo gordo!" (tengo una talla 42 eh???)

-Si???


-Si y como la verdad es que tengo el culete un poco gordo pues no me ofendí. ( Y le puse un poco el culete en pompa para que lo comprobara)

-jajajajaja. Un poquito...si...

-¿Ves? ¿y si ahora me enfado contigo?

-No puedes porque es verdad que tienes un poquito gordito el culito.(¿Y si la mato?)

-¿Entonces lo has entendido?

-Si mamá. Pero... quienes son más guapas las chinas o las kazajas?(Esta se está convirtiendo en una pregunta existencial)

-Hay chinas guapísimas y kazajas guapísimas

-¡Y feísimas!

-Si hija, feas y guapas las hay en todas partes...

Creo que aún tendremos mucho que guerrear con el tema de los rasgos de su cara.

Diana coqueta, Diana preadolescente, el otro día me pidió que le regalara un sujetador: una niña de más o menos su altura vino a la tienda con su madre a por un par de ellos, la niña se moría de la vergüenza pero entre todas –incluida Diana- le normalizamos bastante el momento. Cuando se marcharon, Diana en seguida me dijo que ella quería uno igual, que cuando podría empezar a ponérselo y que si se lo podía probar.



Como quiera que la revolución hormonal ha comenzado hace unos cuantos meses en su cuerpo y la ropa de verano es más indiscreta, me pareció una ocasión estupenda para introducirla en el mundo de la ropa interior… por mi trabajo he visto que en esto hay dos tipos de actitudes preadolescentes: la que desde pequeñita está soñando con ponerse sujetador y la que no lo quiere ver ni en pintura.

Creo que todas las mujeres tenemos alguna anécdota guardada sobre nuestros primeros sujetadores.

Recuerdo mi primer sujetador con absoluta nitidez: era de color amarillo (¡¡!!) de la desaparecida marca Warner´s,(deformación profesional) tenía costuras en el centro de las copas y en la separación un circulito que hacía el propio tejido de la prenda adornado con tres florecitas verdes y rosas. Salí de la tienda con él puesto y recuerdo que me resultaba extraño pero al mismo tiempo me producía una sensación como de ser muy mayor y muy guapa, Tengo un recuerdo muy similar a mis primeros zapatos de tacón -inolvidables- y como aquellos, el sujetador me provocaba una postura poco natural…

El caso es que mi madre me mandó subir a casa a por algo mientras ella hacía unas compras en la farmacia de debajo de casa, llamé a la puerta y mi hermano mayor –ya adolescente total-, nada más abrir la puerta y antes de saludarme siquiera (o regalarme con uno de sus púberes exabruptos) me soltó un sorprendido “¡¡llevas sujetador!! “ que me provocó el acto reflejo inmediato de encoger los hombros. Le respondí con un “¡y tú eres idiota!” , que viene a resumir la relación que en aquellos tiempos manteníamos mi hermano mayor y yo en la difícil edad de los 10 y 12 años.

Lo que no recuerdo es si este capítulo me hizo ser mas reservada para con mis compañeras de colegio a la hora de contar o enseñar mis interioridades, pero si que se lo enseñé a mi vecina y amiga Mercedes, hija única, a la que su madre tardó muy poco en comprarle uno muy parecido. También recuerdo que en clase había una especie de división entre “las que llevábamos” y las que no, y luego estaba Ana, -caso aparte-,compañerilla de tantas cosas a la que sigo frecuentando con cariño , que siendo más mayor y más alta que ninguna era lo que se dice una tabla pero se las ingenió para colocarse uno y rellenarlo con algodón …con mucho algodón.

Todos estos recuerdos me los traen a la memoria las anécdotas de mi hija y me hacen los hacen desempolvar con una sonrisa pero sin nostalgia.

Volviendo a Diana, ella está muy contenta con su conjunto color fresa, por casualidad de idéntico color que mi primer conjunto, aquel que mi madre me comprara de jovencilla en el Corte Inglés, de la marca Intima Cherry, era de algodón perforado y cuya braguita y sostén venían presentados en un tarro de cristal con la tapa de metal blanca con unas cerezas en el centro que eran el logotipo de la marca, super coqueto parecía un bote de mermelada más que un conjunto de ropa interior. Ese tarro guardó mucho tiempo mi bisutería hasta que se rompió.

Tan contenta estaba Diana que hasta ayer no dudaba en enseñar de motu propio a quien le hiciera un poco de caso su recién estrenado sujetador: a las madres de una reunión en la que estuvimos el sábado, a sus compañeritas de juegos, a sus compañeras de colegio…. Hasta llegar a una en concreto que la desconcertó.

El caso es que iban en fila al recreo y Diana se volvió para comentarle la novedad de su vida y la compañera le soltó un “¡eres una guarra!” que dejó a mi hija chafada y muy muy descolocada, aún así y con sus ya más que estrenadas “habilidades” sociales se defendió con un “la guarra eres tú” que aunque le sirvió para salir airosa en el momento no la dejó muy conforme.

Un par de horas después del suceso ya en casa, mientras yo hacía la ensalada –así no la miraba- me relató lo sucedido…
-”Mamá, ¿porqué XXXX me ha llamado guarra? “

…Se la notaba desconcertada y muy dolida, y eso que no se trata de una de sus amigas, sino de una compañera, de la que me habla de vez en cuando, una niña un poco peculiar de forma y contenido, adoptada también con la que creo que mi hija intenta hacer migas desde el primer día de clase sin conseguirlo. Tal vez esto de contarle lo del sujetador no fuera sino un inocente y vano intento de acercamiento.

Cuando mis oídos oyeron la palabra “guarra” como calificativo para mi hija, un calorcillo asesino me hizo hervir en bilis las visceritas casi de forma instantánea. Paré de cortar en cuadraditos el pimiento, respiré y con pose y tono de voz lo más normalizado posible le pregunté datos sobre el incidente.

Lugar: la fila del recreo, hora: media mañana.Parte contraria: XXX.Parte contrariada: Diana.Y me volvió a contar lo sucedido...


Le pregunté por la reacción de su mejor amiga cuando le enseñó el sujetador y cuál fue mi sorpresa cuando me comenta que a ninguna de sus amigas, ni a nuestra vecina, con la que más suele jugar, les había hecho partícipe de su novedad y por los datos que tenía me estaba dando cuenta de que lo estaba usando como “vehículo” de acercamiento sobre todo con personas no allegadas.

También le pregunté el porqué le había contado su “secreto” a esa niña que por los datos que ya teníamos no era en absoluto su amiga y no se lo había contado a Noelia, Carmen, Maria del Mar, Andrea… Sorprendida,me preguntó si se lo tenía que haber enseñado antes a sus amigas, como si hubiera sido este un fallo terrible de protocolo y lealtad.

De la manera más razonada de la que fui capaz y con toda prudencia posible le hice una disertación sobre la amistad, diferencia entre amigas, compañeras y conocidas, sobre la conveniencia de aprender a guardar secretos y a compartirlos con quien creyéramos iban a saber comprenderlos y compartirlos y corresponder a nuestra confianza, la veía perdida en un mar de dilemas e inseguridades y a punto de ponerse a llorar porque sentía que se había equivocado terriblemente y por mucho que me empeñaba en decirle que no era fácil reconocer a quien se podía contar qué secreto creo que la pobre no oía más que palabras sueltas: “secreto” “persona inadecuada” “consecuencias desagradables”…

Podía leerlo en ella, leer cómo sentía que se había equivocado con una de esas equivocaciones que creemos de terribles consecuencias…

Probablemente haya quien crea que esta es una de esas anécdotas a las que le estoy dedicando demasiada atención, pero mi propia historia está llena… o vacía más bien de directrices en este sentido que me han hecho sentir esa incómoda sensación de que “cuento más de la cuenta a quien menos debo de contar”. Tal vez este blog es una manera de buscar un camino o un puente entre mi introversión y mi extroversión, mi desorganizado mundo interior y mi necesidad de comunicación más que una manera de ordenar y reflexionar sobre los sucesos que me descolocan.

Para resumir y aclararnos las dos quedamos en que la lógica y contradefensiva respuesta de “la guarra eres tú” a la que Diana había recurrido era, probablemente aunque si la más socorrida de las respuestas, no la más acertada.

Diana lo primero que me dijo era que al día siguiente, iría a pedirle perdón a XXX por haberle dicho que era una guarra, lo que tampoco me parecía justo, así que convinimos que cuando viera la ocasión,se dirigiera a esa niña para explicarle que ella le había hecho partícipe de su secreto porque la consideraba su amiga… Diana me preguntó con cierta razón:

-¿Y si me dice que no es mi amiga ni quiere serlo?- Y ella misma se contestó: -Pues entonces le digo “tú te lo pierdes”.

Cuando acabamos la conversación había cortado en daditos menudos todo lo que tenía cerca, hasta las pechugas de pollo que iba a hacerlas empanadas, estaban cortadas en perfectos dados para ensalada.

Al día siguiente Diana llegó más tranquila y hasta satisfecha, habían tenido educación física y en los servicios donde se cambian o se recomponen tras hacer deporte había encontrado el momento de abordar a su compañera, me contó que la conversación había transcurrido más o menos así:

Diana:-¿XXX Porqué ayer me llamaste guarra? Yo te conté mi secreto porque creía que eras mi amiga…

XXX: -¡Callate!

Diana: ¡Tu te lo pierdes!


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