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Mamá, enséñame a pensar

Cuantas veces me he preguntado si mi cabeza,está perfectamente "amueblada” esa metáfora tan popular que expresa tan bien el que un cerebro tenga los instrumentos necesarios para un perfecto funcionamiento, esté bien equipado para andar cómodo por el mundo y esté favorecido con los mecanismos suficientes para poder defenderse.
Frente a una hoja en blanco soy capaz de ordenar mis ideas lo suficiente para expresar con aceptable claridad lo que quiero decir. Oralmente es distinto, en discusiones o conversaciones con cierta tensión emocional que suponen un debate o una controversia, me cuesta mucho sintetizar y ordenar las ideas para poder expresar claramente lo que quiero comunicar. Me acogoto, me apabullo, me atranco y me resulta frustrante no ser capaz de rebatir claramente y defender mi posición. Al rato –tarde, demasiado tarde casi siempre-, cuando repaso la conversación en soledad es cuando me vienen las ideas fluidamente, los argumentos que debería haber utilizado y las exposiciones o planteamientos que habría querido hacer más ordenados y más lúcidos. Y me da rabia.
¿Qué es lo que falla?Aunque a veces puedo parecer una persona segura de mi misma la realidad es bien distinta, parto de la base de que probablemente me esté equivocando y la otra persona sea la poseedora de la razón o tenga más datos y esto me pone en inferioridad de condiciones a la hora de discutir.
Y lo segundo es que creo que de pequeña no me entrenaron para cuestionarme las cosas y encima soy bastante ingenua. Aunque este rasgo se va diluyendo con la edad, sigo creyendo en la bondad y la filantropía por naturaleza y salvo que mi instinto –que si lo tengo bastante desarrollado- me indique lo contrario, suelo fiarme del criterio de las personas que me parecen francas e íntegras.
Entonces ¿cómo enseñar a pensar a alguien si parto de mis propias carencias?

Mi madre me enseño a conducir.Ella se sacó el carnet con muchos años y poca pericia, su carácter nervioso y su natural absoluto despiste originaron multitud de anécdotas –en el recuerdo divertidas- pero entonces bastante enojosas.
El caso es que por defecto o por exceso aprendí a conducir con ella y me enseñó bien, no ya el manejo del coche sino otras habilidades -ella las llamaba, paciencia, prudencia y mesura-que han hecho que en 30 años de carnet no haya tenido contratiempos.
Vale, con carencias y todo se puede enseñar ¿Pero cómo se enseña a pensar?
Pensar no es lo mismo que aprender.
-Mamá mucho es un verbo?
-A ver Diana, tu me muchas?
-jajajaja, no mamá yo te quiero mucho, pero cuando te pregunto si me quieres tu siempre me dices “yo? Mucho!”…
-jajaja vale, pues entonces yo te mucho, tu me “muchas” el me “mucha”, nosotros nos ”muchamos” ellos se “muchan”…en esta familia todos nos”muchamos” mucho.
-jajajaja, no mamá ya ….mucho no es un verbo.

Me imagino que incentivando el uso de las neuronas, más que enseñarles a pensar habrá que incentivarles para que les guste o quieran pensar.Nacho está en la fase de “yo solito”, y aunque a veces es desesperante siempre es admirable como se esfuerza por hacer por si mismo muchas cosas –algunas fuera de su alcance-, algunas veces su esfuerzo resulta encantador y otras irritante y engorroso -comiendo es un cochinote y para que no se manche tendría que ir vestido de buzo con escafandra y seguro que se las apañaría para que algo le cayera dentro.
Hasta para ponerse una camiseta se necesita pensar: y Nacho se toma su tiempo...
-¿Así mami? (y me enseña siempre lo de detrás para adelante)
-No Nacho, al revés.
-Y le da la vuelta dos veces y lo vuelve a poner al revés.
-¿Así?
Ahí depende de mi prisa o lo templado de mis nervios en ese momento, que la operación camiseta se termine en más o menos tiempo (luego vendrá el pantalón, los calcetines, los zapatos…)
Cuando mi hija empezó en el colegio, y siendo la suya una labor de Titanes- familia, país, idioma, colegio, compañeros, profesora…todo nuevo, desconocido y por estrenar-, nos dimos cuenta de que también tenía por estrenar sus neuronas, no es que no pensara antes claro, pero si es verdad que al parecer nunca había tenido que escoger o tomar decisiones o explicar cosa alguna.
Con el hándicap del idioma, proveniente de un sistema proteccionista soviético y su corta vida vacía de experiencias que son cotidianas para los niños de occidente, su cabeza no estaba entrenada para ni siquiera escoger entre lo que le gustaba o lo que no, escoger era una ardua tarea, contar algo que le preocupaba o que le había impresionado o interesado (un corto de dibujos por ejemplo) también.
La memoria intelectual estaba intacta, sin estrenar y es a base de entrenamiento y mucho tesón por su parte que por ejemplo, ha llegado a aprenderse la tabla de multiplicar, y a veces su mente da la impresión de tener activado un botón de autoborrado instantáneo.
El otro caballo de batalla es la comprensión lectora. Con su idioma español recién estrenado y sus ganas de aprender día a día vemos como va avanzando a veces a pasos agigantados, otras despacio como tortugas reumáticas, unas veces con asombrosa claridad otras con sorprendente torpeza, vemos como poco a poco empieza a desenvolverse intelectualmente.
Esto que trato de explicar no es fácil de comprender o de manejar, hasta a nosotros nos cuesta tenerlo en cuenta a veces viendo a Diana tan grande, tan pizpireta pero luego tan rezagada en cuestiones cotidianas que todos damos por supuestas y dominadas.
Brilli-brilli.
Brilli-brilli es una palabra acertadísima, inventada por Evelyn, -madre de Nikita-, para designar finamente a las cosas horteras o de mal gusto.


Creo que es una de las que mi hija primero aprendió estando aún en Ust-, en la ciudad en que residían nuestros hijos y en la que vivimos un mes y convivimos con Evelyn, Juan y Carmen y Cristobalina. Allí las mujeres jóvenes o no tanto, solían ir muy bien arregladas, la buena presencia es algo que tienen muy en cuenta en ese país y tanto es así que incluso una de las cuidadoras de Nacho, cuando le pedimos que posara junto a nosotros en una foto nos rogó que lo pospusiéramos para el día siguiente para poder ir a la peluquería y salir bien en las fotos.

Las cuidadoras eran mujeres de procedencia y estatus humilde con sueldos muy bajos, nada equiparable a nuestras maestras o auxiliares.
Kazajstán es un país donde conviven principalmente dos religiones la ortodoxa (rusos) y la musulmana (kazajos) pero apenas recuerdo haber visto por la calle a un par de mujeres con la cabeza cubierta.
A pie de calle las mujeres iban siempre arregladas y algo que a todos los que hemos estado en ese país nos ha llamado la atención: con unos tacones de aguja de vértigo, aún con nieve o hielo.
Las mujeres jóvenes además de ser en su mayoría guapas y llamativas, solían llevar faldas muy cortas o short con medias finas (¡con el frío que hacia!) y hasta generosos escotes.
Allí tanto rusas como kazajas son amantes de lo brilli- brilli, es decir todo complemento de moda brillante, lentejuelas, pegatinas, broches, telas brillantes, botas altísimas de charol etc.
Y Así nuestra genial Evelyn acuñó el término brilli-brilli y lo perpetuó en nuestro vocabulario.

Diana quiere ser princesa.

Lo tiene muy claro y es lo que la motiva a aprenderlo todo y ese todo abarca desde los buenos modales en la mesa ( come los espagueti con cuchara y tenedor correctamente) hasta intentar distinguir en el vestir entre lo que sienta bien es elegante o es bonito de lo “brilli-brilli”, está aprendiendo a escoger. Escoger es algo que hacemos constantemente, es algo tan fundamental en la vida que aprender a escoger debería ser una asignatura de las importantes en la vida: “las buenas y malas elecciones “ porque de eso depende hasta nuestra felicidad.
Ella sabe que ser “princesa” es toda una carrera de obstáculos y que tiene que formarse mucho y superar los distintos niveles: renacuajo- sapo, ranita, infanta y finalmente princesa, para llegar a ser como sus heroínas de Disney.
A veces quiere ser Mulán otras Ariel … y entre juegos y fantasías veo cómo va creciendo tan rápido que apenas da tiempo a parase a pensar y si lo hago es por la preocupación que me ocasiona la responsabilidad de ayudarla a ser una persona capaz, y cuando me pierdo en estos vericuetos intelectuales casi me olvido de que además tengo que ayudarle a que sea -sobre todas las cosas- feliz.

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