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Nacho cumplió 4 años.

Como caía en martes, día laboral, me resultaba imposible no sólo organizar nada, ni tan siquiera asistir (tengo un horario de trabajo canalla) por lo que decidimos celebrar una fiestecita en uno de esos “ -PARK” donde los niños saltan juegan y se desmelenan de forma más o menos controlada rodeados de bolas de colores. Se trataba del primer cumpleaños en el que Nacho iba a ser consciente de que era el protagonista del día, por primera vez tenía consciencia de lo que es “hacerse grande” .Era un día importante.
La hicimos el fin de semana antes del cumpleaños a última hora de la tarde del domingo y el escogido fue un sitio pequeñito  cerca de casa donde trabajaba Sonia, que tanto me ayudó durante el tiempo que duró la enfermedad de Eduardo y facilitó con su empleo y dedicación a nuestra tienda, la adopción de los niños, al poder dejar el negocio en sus manos durante el tiempo que estuvimos en Kazajstán y después durante la baja maternal (¡cómo la echo de menos!)

La fiestecilla resultó muy entretenida, muy en familia y con nuestros vecinos, los niños desmelenados corriendo, persiguiéndose y dándose panzazos en las bolas y haciendo el bruto, los padres sentaditos afuera tomando una cervecita, luego se disfrazaron –los niños-, y vino la merienda, piñata y tarta para soplar las velas y ¡sorpresa! el mismísimo Bob Esponja vino a saludar un momento a niños y cumpleañero. Nacho se asustó, no se esperaba esa versión en 3D de los dibujos de la tele, pero luego a todo el que quería oírle le decía: “¡he estado con Bob Esponja!” Incluso días después le preguntaban por el cumpleaños o simplemente “¿cuántos años tienes Nacho?” y contaba lo de Bob Esponja con esa lengua trapajosa que entendérsele no se le entiende siempre pero hablar… ¡Es que no para!

Luego el martes -día  de su cumpleaños- a la hora de comer, hicimos fiesta especial en casa con pizzas, entremeses y tarta de chocolate para que volviera a soplar las velas… su cuarto cumpleaños, el segundo con nosotros.

El día del cumpleaños de los niños es el día en que se celebra su nacimiento, el día en que el bebé vio el mundo por primera vez…

Mis hermanos y yo nacimos los tres por cesárea-soy la de en medio-, fuimos niños muy deseados ya que mi madre también se sometió a tratamientos y tuvo un embarazo extrauterino que acabó en extirpación de uno de sus ovarios.
 


Luego se sometió a cada cesárea con las anestesias de antes, con las cicatrices inmensas de antes y un post operatorio de los de antaño…Pero siempre que hablaba de nuestra espera era una espera ilusionada.


Mi hermano pequeño se lleva ocho años con el mayor y seis conmigo, tengo recuerdos muy nítidos del embarazo de mi madre y alguno punzante de cuando mi madre entraba en quirófano para que naciera. Fue el niño más bonito del mundo y desde entonces empezamos a hacerle regalos a mi madre en cada cumpleaños nuestro.

 Mi hermano mayor y yo aunque nacimos con dos años de diferencia cumplimos años el mismo día y entre los tres siempre le hacíamos un regalo-un detallito-, por la primera vez que fue madre y el día del cumpleaños del pequeño por su última maternidad.

Mi madre puso mucho empeño en tenernos, ser madre le supuso unos esfuerzos muy grandes, hablamos de los años 60 y luego cuando me tocó a mí pasar por aquella tortura y aquellas interminables esperas mezcla de ilusión y temor con cada inseminación, con cada intentona…Sin duda fui más consciente todavía de cuánto debió de pasar.
 Mi única experiencia como embarazada apenas duró siete semanas y acabó en un quirófano hace más de diez años. Poco después la idea de la maternidad se hizo un borrón  en el borrador de mi autobiografía y aun tarde unos años en pasar página a la que hoy me parece más que propia, una historia apócrifa.
No, no sé lo que significa estar embarazada ni sus molestias ni tampoco sus maravillas. La primera ecografía que me hicieron mientras lo estuve fue un tremendo jarro de agua fría nada parecido a ese puntito diminuto y latiente que yo esperaba ver. No sé lo que es el miedo al parto ni el dolor, ni la subida de la leche, ni compartir con mis hijos la intimidad de amamantar.

Pero hice mi duelo por todo ello, y lo despedí entonces creí que para siempre. Luego, seis años después, mi sentido común me dictó el no intentar de nuevo ser madre biológica pasados los cuarenta (cuando al casarnos Eduardo y yo nos planteamos formar una familia).
Muchas veces las madres adoptantes hablamos de “nuestro embarazo burocrático”, ahora con todo pasado soy más consciente de que aunque la incertidumbre y los agobios y la montaña rusa que pasamos durante los cuatro años de proceso adoptivo son una tortura difícil de sobrellevar, se parecen a aquellos meses de espera infructuosa en los que aguardaba que un puntito azul-predictor iluminara mi vida, no sé cómo es un embarazo así que no puedo comparar una espera con la otra.

 
Como madre adoptante mi espera fue azarosa (y complicada) pero muy ilusionada, me pasé todo el tiempo haciendo cosas por y para ellos, cosas manuales (decorar su habitación por ejemplo), o intelectuales (leí todo lo que pude sobre adopción y educación e incluso estudié ruso) como una madre en estado de buena esperanza preparé el nido y mi vida para su llegada y el día que nos enteramos de que nuestros hijos existían fue uno de esos momentos que recordare siempre como el momento más esperado, el primer paso consciente de que iban a ser ellos y ningunos otros los que nos estaban predestinados.


Los cumpleaños de mis hijos me recuerdan sin remedio que no los tuve en mi barriga, que no los parí… Soy una más de esas muchísimas madres cuyo nacimiento de sus hijos es una incógnita y eso irá conmigo en una herida sin cicatriz aparente.

El cumpleaños de mi niño pasó y me trajo todos esos pensamientos y muchos sentimientos encontrados con los que estoy aprendiendo a convivir.
Siempre termino en la misma reflexión: La Vida, la de todos, desde el momento en que sentimos el dolor hondo de una pérdida, sea la que sea, nos enseña que debemos mirar hacia delante, que sólo cuenta el presente y si acaso -por pura fe- el futuro. Pero no puedo evitar mirarlos a ellos y mirar de reojo un pasado tan incierto y figurado como el futuro. Y vuelvo al presente y ese si cada vez es más  (como en inglés) un presente continúo y progresivo.

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