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Aguardando con la mirada puesta en Etiopía

Verano 2009, una pareja en Almería, otra en Barcelona, una mujer en Córdoba y otra en Granada Reciben la llamada más esperada, les comunican que la ansiada asignación de un niñ@ (en nuestro caso dos hermanos) en adopción internacional. Una llamada largamente esperada, para que preparen el viaje más esperado. Su cita el 9 de Octubre lugar Ust-kamenogorsk, Kazajistán. 
Sólo los que lo han vivido de cerca o en sus propias vísceras se hacen una idea de  lo que significa que tras cuatro, cinco años o más se produzca una llamada que te de la noticia de que tu(s) hijo(s) te espera(n) en tal sitio, en tal fecha. 
No hay ilusión más grande que la de preparar ese viaje, esa maleta, dejar todo dispuesto, da igual las vacunas, las distancias, el idioma, el clima siempre extremo, la situación del país… hasta el infinito y más allá eres capaz de ir a por ese niño que ya sientes como tuyo.

Para los padres de Etiopía seguro que debió de ser igual, cuando les dieran la noticia de su asignación: primero la incredulidad, luego la inmensa alegría luego de nuevo la incredulidad y el miedo  y después todo junto hasta justo el momento después de que conoces a tu(s) hijo(s).

Son tantas las variables que cuando una adopción llega a buen término...bueno es en lo que realmente se parece la adopción a un embarazo, en lo de que hasta que no tienes a tu hijo en los brazos no estás tranquila, pero con la salvedad de que para los padres adoptantes hasta que no tenemos a nuestro hijo en los brazos en suelo español no nos sentimos de verdad a salvo.

Todos los que aquel 9 de Octubre nos encontramos en Kazajistán y convivimos como una sola familia durante un mes en un país en el que estábamos a merced de completos y herméticos desconocidos, con la barrera del idioma y siendo -eso si, muy profesionalmente- manejados como marionetas, sabemos los momentos duros que pasamos en nuestra estancia allí, que se volvieron muy duros cuando tuvimos que separarnos de los niños un mes después de convivir día a día con ellos, para esperar en España a que la sentencia fuera firme, -40 días sin noticias- hasta que pudimos ir por  fin a recogerlos, pero mucho peor fue en el segundo viaje cuando con los niños ya con nosotros no había manera de tomar un vuelo para salir de Usta-kamenogorsk hacia  la capital Astaná donde tendríamos que recoger sus pasaportes para poder regresar con ellos a España ( hasta cuatro veces nos vestimos y desnudamos para salir hacia el aeropuerto, pues había una diferencia de -70 grados de temperatura de nuestro piso a la calle). Fue toda una odisea, tanto el conseguir salir de Ust-kamenogorsk como salir del país pues en Astaná también tuvimos serias complicaciones (para saber más pincha aquí).
Yo me empecé a sentir a salvo en el aeropuerto de Frankfurt y totalmente en casa cuando aterrizamos en Barcelona.

Vivir un tiempo a más de 6000 kilómetros de distancia, a merced de quienes saben que lo darías todo por cumplir el sueño de ser padres, es una experiencia muy fuerte, pero salir de tu país para dos semanas como es el caso de estas dos parejas madrileñas, las cuales también llevaban 4 años de espera, tener a esos niños en brazos, darles un nombre, hacerlos tuyos, poder cuidarlos y sentirlos, aguantar en aquel país con toda la incertidumbre durante  cuatro meses y que luego te separen de ellos… el desgarro, la desesperación, la impotencia...
¿Y los niños? Acostumbrarse a los cuidados exclusivos, sentirse amados, acariciados y bien cuidados…y de nuevo la separación, el abandono. Porque ellos, tan pequeños no entienden de política ni de burocracia, papá, mamá está o no está.
Creo que es muy fácil sintonizar con todo lo que pueden estar sintiendo todos y MIEDO es la palabra que lo resume.

En el imperfecto y siempre incierto mundo de las adopciones internacionales me gustaría creer que los padres adoptantes y nuestros hijos adoptivos somos ciudadanos de primera para nuestro gobierno, me gustaría pensar que la sensibilidad de toda una comunidad como es la de la gran familia adoptiva sea capaz de hacer llegar los sentimientos de angustia y la capacidad de lucha que tenemos a todas las demás familias( ya se han recogido 73.000 firmas de apoyo) , y que habría que procurar que exigir que cada padre o madre que viaja de manera legítima, tras muchos años de lucha, en busca de sus hijos al país que corresponda se sintieran respaldados y cuidados por nuestro país y que nuestros políticos se  empeñen con nosotros de manera prioritaria por una causa tan loable y maravillosa que es la de formar una familia con unos hijos a los que poder trasmitir el orgullo de haber sido arropados y ayudados por el país que les espera con los brazos abiertos

Tengamos fe en que nuestro país encontrará junto con el MOWA la manera de reunir  a esas familias con sus hijos y podremos sentirnos todos respaldados y orgullosos.
Estamos muy pendientes.

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