Mi hija de doce años preadolescente me ha dicho que no me va a
creer nunca más.
“En casa no se juega a la pelota” es una de las normas que
tenemos y que hoy domingo a las nueve de la mañana, mientras su padre y yo estábamos
en otras cosas de intendencia doméstica ha arrojado como resultado Nacho y Diana 1 Candelabro
0 ( una antigüedad que ha pasado a mejor
vida) al oír el estruendo he acudido al campo de juego y todos echaban balones
fuera.
-Ha sido Nacho-…se ha apresurado a decir mi hija y su
hermano -hemos sido los dos…
Tengo que reconocer que me he enfadado mucho, que he sentido
lo del candelabro y que estoy cansada de repetirles que en casa no se juega a
la pelota, y que no me gusto nada en el
papel de "niño eso no se hace... eso no se toca" …pero también tengo que
reconocer que lo que más me ha enfadado es la actitud de mi hija…
En frío podemos analizarla, podemos ser capaces de
reconducir el amasijo de emociones que, como la pelota rebotaban en todas
direcciones. Pero yo no he sido capaz, y
cuando mi hija me ha dicho que ella no estaba jugando, y que ella no había sido
y que ella no “había empezado”…y al ver que no le creía, que sabía que mentía, ha agotado su munición y me ha dicho a bocajarro que ella a mí ya tampoco me
cree.
Cuando le he pedido que se explicara, me ha obligado a sacar a Nacho de la habitación
porque “no quería hablarlo delante de él”.
En el fondo ella busca una salida así, intuye que de esa manera voy a
ponerme a su lado para pelear con sus hostiles recuerdos y que llevar nuestra contienda
doméstica a terrenos situados a más de
7000 kilómetros es una táctica vencedora…
Pero no es el momento, le corto el camino a su estrategia y ella me insiste para que nos quedemos a solas…
Accedo, mando a su hermano a otra habitación en otra planta,
para que no haya posibilidad de escucha y me preparo para recibir una avalancha
de recuerdos de esos que nos dejan en carne viva...
-Mamá-me dice retomando la conversación en el punto donde lo
dejamos, antes de hacer salir a Nacho- Yo tampoco te creo porque me has mentido.
Juro que mi sistema operativo cargado de adrenalina se puso a repasar en ese momento a toda velocidad, todas las carpetas, todos los archivos en
busca de algún fallo o error que me hubiera hecho cometer fraude en mi relación con mi hija…
-¿En qué crees que te he mentido?
-¡Tú no me dijiste que los reyes Magos y el ratoncito Pérez son los padres!
Pues es verdad, le he mentido por omisión.
Pues es verdad, le he mentido por omisión.