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Celebrar las pequeñas muestras de apego.


Apego y vínculo son dos palabras estandarte en toda relación adoptiva….perdón, en toda relación, amar a alguien significa compromiso. 
Adoptar es  también un compromiso, un compromiso total.
Lo extraordinario de la adopción es que te comprometes con alguien para toda la vida... a cuidarle en las alegrías y en las tristezas, a amarle incondicionalmente... y desde luego antes de que esa persona te ame a ti.
 Cuando adoptamos la vinculación -que tan difícil nos había parecido durante años-, llega de la mano de un juez y es cuestión de papeles. Papeles mediante los cuales ese niño y tú estáis vinculados legalmente de por vida. Pero no es ese el vínculo del que tanto teorizamos. El vínculo, eso tan importante, que será lo que de verdad nos hará una FAMILIA con contenido, de profundas dimensiones, no en teoría, se hace de rogar y como todas las cosas importantes en la vida, -esas que piden atención y trabajo-, es cuestión de tiempo también.
El vínculo es conexión, unión, son lazos que se han de ir formando con nudos invisibles e irrompibles, algo muy muy delicado de tejer y depende de muchas cosas,y puede resultar complicado, como nos explicaba Charo Blanco en su artículo sobre los problemas de apego en niños adoptados 

Se me ocurre que es como un tallito de una planta, endeble con apenas cuatro pelillos que hacen las veces de raíz, que hay que plantarla y tarda mucho tiempo en echar raíces fuertes y luego la parte visible un día  cuando está bien asentado empieza a crecer y a desarrollarse. Aunque esta es  una cosecha extremadamente delicada que hay que cuidar y vigilar con extremo cuidado.

Hace cinco años que formamos una familia, en ese tiempo que parece mucho o poco según con que lo referencies tienes muy presente esas dos palabras del principio. Y al principio pese a que tratas de vivir como si todo fuera normal, yo,- que me lo cuestiono todo-,  trataba de ver apego  en donde sólo había necesidad y vínculo donde sólo había coyuntura. El día a día y la ausencia de problemas significativos van haciendo que pierdas los miedos y refuerces las posiciones. La de madre también. Y tal vez empiezas a recopilar indicios de que esa planta está arraigando.

Esta semana he tenido dos momentos para atesorar en nuestro jardín familiar, uno con cada uno de mis hijos y curiosamente muy seguidos, curiosamente muy sentidos.

El primero fue con Nacho, malito en la sala de urgencias por una inexplicable fiebre que se resistía a bajar. Esperando en mis brazos en la sala me preguntaba ¿mamá qué me van a hacer? Y yo le respondía que nada que le hiciera daño, sólo buscarle una explicación a su malestar, el rato fue largo y la pregunta se repetía a cada tanto. Cuando íbamos para la consulta donde nos esperaba el médico me dice mi hijo:

-“Mamá si tú estás conmigo nada me da miedo”.

Os juro que del latido que me produjo el oír esa frase se me hizo el corazón un poco más grande o yo lo sentí así. 
Mi hijo es muy zalamero, siempre me dice cosas bonitas, es un poeta del piropo, pero la frase de ayer, dicha con ese convencimiento… me hizo sentir tan importante para él que me costó un hondo suspiro recomponerme y no emocionarme. Lo hago ahora al recordarlo. Me encanta acariciar de nuevo los pétalos de ese momento.

El otro momento personal y maravilloso se produjo esta mañana: Diana temprano vino a  nuestra cama en la que estaba yo sola dormida, soplaba muy fuerte el viento y no me apetecía levantarme todavía, se me arrebujó y volvimos a dormirnos juntas otro ratito, luego al despertar mi hija me ha dicho:

-“Mamá durmiendo abrazadita a ti siempre tengo mis sueños más bonitos”.

Y yo hija y yo… cada vez que me decís algo así pienso que con vosotros se cumplieron mis mejores sueños.

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