Los cuentos son cómo un idioma especial que entienden todos los niños,
de hecho cuando no logro llegar a mis hijos, cuando mis explicaciones son atendidas
como si "recitara" jeroglíficos en un idioma extranjero, recurro a los cuentos y
noto como los jeroglíficos hablados se vuelven palabras y los sonidos tomaran el ritmo y
cadencia de la música del flautista de Hamelín, me siguen y me escuchan.
leía a mis muñecas –y a mi oso polar de peluche- a la hora de
acostarles igual que mi
madre hacía conmigo, ella también se inventaba cuentos, o hacía
versiones divertidas de
otros que anduvieron por su infancia, ”La ratita presumida y el pobre
ratoncito Pérez” era uno de mis favoritos, uno de esos cuentos que van sumando pasos y
personajes a cada movimiento que la resolutiva ratita tenía que hacer para conseguir el
cucharón de su vecina para salvar al pobre ratoncito Pérez que estaba “metidito y
cocidito” en su olla…
Escribir es una gozada, darle forma a una idea, observar por donde
empieza y acaba, cómo va tomando forma y vida propia una historia y luego exponer
lo escrito a oídos de mis hijos supone un reto que me hace cosquillas cada vez
que sucede. La hora de la verdad, los dos en la cama mirándome y prestándome toda la atención. Ese momento es una primera
vez y cómo todas las primeras veces tiene el brillo de lo nuevo y las sombras
de la duda de si gustará o no. Los niños son implacables pero también los
espectadores más agradecidos, sus reacciones la mejor medida y la prueba del algodón del calado de la nueva historia. A
veces se duermen, a veces no pueden ni quieren hacerlo y me demandan que lo
relea una y otra vez. Jueces y parte…
Me gusta escribir cuentos, leérselos a mis hijos y verlos ilustrados
es una sensación indescriptible. Tengo la suerte de contar para ello con dos ilustradoras
que me conocen y a las que me unen lazos invisibles de amistad admiración y cariño.
María José Sánchez Megía me empujó a publicar de su mano y por sus
dibujos “¿Yo tengo dos mamás?”, una historia muy íntima que ha llegado a la casa de
muchas familias para dar color y palabras a situaciones complicadas de recuerdos o de
explicaciones necesarias.
Y “¿De qué color es mi mariposa?” con sus preciosas ilustraciones y una historia mágica escrita para facilitar recursos, a los padres, al colegio y a los propios niños, para entender y explicar esa maravillosa y necesaria experiencia de ser queridos su autoría la comparto con María Martín Titos (con la que también comparto el libro coral “Mariposas en el corazón. La adopción desde dentro”) y con el prólogo de Iraxte Serrano.
Un cuento que nació por que necesitábamos ayudar a los niños a
explicar su historia de
adopción y a poner en valor su historia.
Y mi otra ilustradora Esperanza Noguera, artista y perfeccionista que
da a luz y atesora
cada ilustración como una obra de arte, que nunca ve acabada su obra
porque siempre
tiene una nueva idea, una nueva inspiración que hará que sus acuarelas
aporten más vida
y más sentido a mis personajes. Me habla de ellos como de seres vivos,
como de mis seres queridos –y lo son-.
Yo le doy tiempo y ella me devuelve arte, emoción en cada línea de su
pincel, cada trazo, cada mancha tiene un porqué cada vacío está lleno de argumentos.
Su versión de Tatiana (que en realidad es mi hija Diana) es una maravilla, ha
captado su esencia, su carácter, su delicada forma de habitar este mundo.
Hoy es el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil y mis hijos se encuadran en los dos conceptos, mi pequeño que espero que siga con ese lado tierno e infantil durante todo el
tiempo que los nuevos tiempos lo permitan y mi Princesa de las uñas de fresa con bambas y leggins que en mis historias se pregunta por el sentido de la vida de
las matemáticas o reflexiona sobre su particular relación con la comida…