El lunes nos entregaron las notas de los niños, como cada vez fuimos su padre y yo al cole a recogerlas en una mini-turoría con cada tutora.
La última que tuvimos con la de Nacho fue tan estresante que en cuanto me enteré de que tendríamos que ir de nuevo empecé a ponerme nerviosa y no abandoné ese estado de nervios hasta después de salir de la clase con las notas.
Mi hijo empezó mal el curso, varios factores hicieron que su comportamiento pasara por ser el de un niño trasto a un niño con un comportamiento disruptivo en clase.
Un poco antes de empezar el curso mediante una conversación de mascotas con su hermana, se enteró de que nuestra perrita era su segunda mascota y yo "su segunda madre" ( así se lo dijo su hermana)…por fin acababa de interpretar lo que significaba no haber estado en mi barriga. Había comprendido que había tenido otra madre y necesitaba saber y preguntaba. Durante semanas el tema dio vueltas en su cabeza de manera continuada, yo lo miraba y casi le oía pensar, sabía cuando iba a venir a consultarme o a decirme algo sobre ello, ahora es un tema que viene y va, hablamos hasta donde él quiere y hasta otra. Ahora mismo está más tranquilo, pero semejante noticia hizo tambalear muchas cosas en él y eso se tradujo en su comportamiento justo empezando el colegio.Un nuevo curso...¡y qué curso!
Mi hijo este año ha empezado primaria. Tras estar dos años con el mismo profesor con el que la sintonía era estupenda y que lo sabía conducir fenomenal y todo se aprendía jugando a, de pronto, tutora nueva, distintos maestros para distintas asignaturas y había que “aprender sentado” –como él me contaba y "mamá hay que trabajar sin rincones"(los rincones eran los juegos), además pasamos de “el niño no tiene que saber leer” en el último curso de infantil, a tener que saber leer y escribir en el primer trimestre de primero, con lo que hubo un vacío en el salto de infantil a secundaria que fue como un salto al vacío que originó algunos problemas en su conducta.
Al principio a Nacho su profe no le gustaba –ahora la quiere mucho-, pero así me lo decía cuando lo recogía en el colegio y siempre traía notas de lo mal que se había portado y de haber tenido castigos en clase por malas contestaciones y mal comportamiento. Creo que era algo mutuo, llegó un punto en que mi hijo empezó incluso a creerse que era malo, como la mayoría de sus compañeros empezaron a creerlo también. A todo ello se sumaba la vergüenza y frustración que sentía por no saber leer ni escribir bien y no soportaba que se rieran de él lo que hacía que en clase se portara mal, no hiciera los ejercicios e interrumpiera la clase.
De pronto me encontraba como siguiendo con el dedo índice aquel enunciado de los manuales de adopción “la profecía de obligado cumplimiento”: si todos tratan a un niño como si fuera malo acabará siendo malo, y no, Nacho no lo es, como nosotros le decíamos a él y le dijimos a la tutora (cansados de que Nacho empezara a “ser famoso” más allá de su clase y de que niños y padres nos informaran de lo que había hecho o dejado de hacer) ”Nacho no es malo, Nacho se está portando mal,” la diferencia es abismal y así lo entendieron los dos, la tutora y mi hijo.
No lo estoy disculpando ni justificando. A la maestra tampoco. Creo que lo sucedido está dentro de "la normalidad", todo lo acontecido puede pasar, pueden darse este cúmulo de circunstancias que hagan nuestra vida más difícil, la de todos: la de mi hijo, la de la maestra, la de mi familia.
En aquella amarga y larga tutoría hablamos con la maestra y acordamos que se acababan los recados malos, que nos comunicaríamos haciendo refuerzo positivo: si Nacho traía una cara sonriente dibujada en la agenda es que se había portado bien y si no…pues algo habría sucedido y lo indagaríamos con él, pero mientras que no fuera grave no usaríamos la agenda. Pronto Nacho trató de recopilar esos risueños dibujitos al final de clase y las sonrisas y los para bienes de su padre o míos cuando lo recogíamos.
En Navidades Nacho y yo nos propusimos aprender a leer y entender lo que leíamos y aunque parecía un robot leyendo sílaba a sílaba, al menos era capaz de seguir los párrafos, y entender un trocito del cuento leído, y poco a poco distinguimos mejor la b de la d y “el” y “le”…
La seño fue capaz de darle la vuelta a la “fama” que sobre mi hijo empezaba a pesar y se acabaron los murmullos y chivatazos de los niños cuando se encontraban conmigo, con su padre o con su hermana. Volvieron también las invitaciones a los cumpleaños y el lunes, este lunes, el que con tantos nervios esperaba, Su tutora, nos habló con ilusión y satisfacción de mi hijo.
Esta vez casi lloro también , pero de alegría.