
-Cántame “nananá” (refiriendose a la de “Buenas noches” o Lullaby de J. Brahms).
Ahora alternamos la etapa de “yo solito” con “mamá yo soy tu bebé”, ahora que empezamos a distinguir fonéticamente jabón de jamón y perrito de pedito aunque no somos capaces de distinguir entre el huele y el duele con lo que se dan momentos divertidos:
_ayyyyyy…. Maaaami me “huele” el pie! (también estamos pelín quejicosos)
-Si cariño? Vaya por Dios! Trae a ver….snif…snif…. aghhhhh si que te huele si! A queso…..horriblemente!
Y se rie….
A ratos me habla con “gagagás” y” guguús”, en otros momentos quiere que yo también sea un bebé y nos enzarzamos en diálogos con la “t” que parecen discusiones filosóficas
(Nacho): -Tatatá…titi…tototó?
(Yo):-To…(no)
(Nacho): -Tíííí! (si)
(Yo):-to..to…
(Nacho):-¡Tíííí! ¡Tíííííííííí!
(Yo):-tá tontito tú?
(Nacho): -To...
¡Y vuelta a empezar!
Alguien que nos oye dice:
-¿Para atrás como los cangrejos?.

Eso unido a que ahora me ve menos (por la mañana colegio, a medio día come medio dormido, me voy cuando está dormido del todo echando la siesta y regreso cuando ya está duchadito y en pijama, preparo la cena y enseguida han de irse a la cama a dormir a veces sin tiempo para contarles ni siquiera un cuento).

Así que es su forma de decirme que me echa de menos, regalándome el bebé que me perdí, reclamándome la madre que le faltó y entonces recuerdo que desde supe de su existencia hasta que pudimos traerlos a vivir con nosotros pasaron 6 meses, medio año de la vida de un niño de dos años y medio y me parece injusto e inhumano que se eternicen los procesos de adopción de esa manera…
¿Y de mi hija? ¿Cuánto nos hemos perdido de ella? Tanto que a veces tengo que tragar saliva cuando por ejemplo al peinarla esta mañana de pronto he visto que ya me llega a altura de la nariz, o cuando me cuenta las conversaciones con sus amigas y cómo cada día le interesan menos las muñecas y más cuando podrá usar el brillo de uñas de mamá, o cuando le dejaré usar tacones…

Hay quien dice que a fuerza de ser el pasado algo irrecuperable es mejor no pensarlo y empezar a vivir desde el momento en que nos conocimos.
Nos hicimos padres y responsables de ellos desde el instante que aceptamos la asignación, pero no es fácil cuando eres incapaz de responder a preguntas del tipo “¿qué enfermedades infantiles ha padecido su hijo/a?" o porqué tiene esa cicatriz ya casi imperceptible o esa mancha de nacimiento, o qué sucedió en el parto…
Nos hicimos padres y responsables de ellos desde el instante que aceptamos la asignación, pero no es fácil cuando eres incapaz de responder a preguntas del tipo “¿qué enfermedades infantiles ha padecido su hijo/a?" o porqué tiene esa cicatriz ya casi imperceptible o esa mancha de nacimiento, o qué sucedió en el parto…

Y me duele al sentir la impotencia de que hoy en día con más información y medios que nunca se siga con semejante parsimonia ante la dilatación de un proceso en el que padres y niños parecen ignorados donde todavía hay demasiados intereses y no siempre en interés del menor es donde la burocracia se eterniza y por otra parte las asignaciones son aleatorias y no meditadas, no se busca un perfil de padres para unos niños sino que como esas maquinitas de premios “cae” la que en ese momento esté más cerca de la salida.

Luego con el tiempo nos agrada casi tener la certeza de que tanto tiempo se demoró nuestro proceso porque tenían que ser ellos y no otros, los hijos que nos correspondían, pero esto es cosa de la providencia y del "abuelo de la luna y sus hilos mágicos".¡Cómo si ellos no hubieran estado esperando también!. Sí que es verdad que nada más conocerlos no los cambiarías por nada en el mundo.Y todo el tiempo que has esperado se esfuma como por ensalmo, sean cuatro o cuarenta años.
Por esto y por muchas cosas cuando mi hijo me pide ser mi bebé, lo aprieto muy fuerte contra mí y le digo que él siempre será mi bebé, mi niño, mi tesoro y junto con su hermana lo mejor que me ha dado la vida.
