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Emociones y sentimientos: La indefensión.


Primero la teoría: 
¿Qué es la indefensión aprendida? Martín Seligman lo definió en 1975 como un estado de apatía inducido por la experiencia reiterada de la incapacidad de actuar de modo que se logre un resultado deseado o se evite un trauma emocional. Es decir cuando el bebé, o el niño pequeño asume que haga lo que haga nunca logrará lo que se propone o quiere. Los sujetos que sienten eso se abandonan a su suerte y ya no "plantan batalla". Muestran un mecanismo de desfallecimiento cuya función adaptativa podría ser el ahorro de energía ante una situación en que notan que la lucha es inútil. Esta indefensión se puede generalizar a otros ámbitos de la vida del niño (y posteriormente del adulto que será) dando lugar a sujetos extremadamente dóciles, con poca asertividad y baja autoestima.

La indefensión aprendida sucede cuando estamos sometidos a una mala situación ante la que nos parece que no podemos hacer nada. Como creemos que es inútil luchar dejamos de hacerlo, y aunque más adelante nos surja la ocasión de cambiar las cosas ya no nos molestaremos en intentarlo, porque hemos asumido que así es como son las cosas y nada podremos hacer para cambiarlas.

La fábula del elefante encadenado es un claro ejemplo de ello, yo la conocí a través de Jorge Bucay en uno de sus libros él la narra así:




En realidad si cambiamos el término de indefensión aprendida por el más comúnmente conocido de desesperanza seguro que es incluso más fácil de comprender, en un momento determinado a lo mejor sin que medien las palabras pero interpretamos o asumimos que nosotros no podíamos hacer esto o lo otro o interiorizamos nuestra negación "innata" a desempeñar o realizar tal o cual cosa y ya no lo intentamos nunca más. 

No sólo son cosas trascendentes o profundas, puede ser algo como el dibujo, un deporte o el carnet de conducir, o aprender un idioma o una materia para la que nos creamos especialmente negados o nos creímos especialmente negados en un momento dado de nuestras vidas y nunca más nos molestamos en intentar.

Para demostrar lo fácil que es inducir a alguien a la indefensión, a la creencia de que "tu no puedes" o "tu no vales", una profesora hizo un pequeño experimento de campo en su clase con alumnos adolescentes.


Tal vez este video sea sólo un pequeño ejemplo pero puede servir para comprender la gran cantidad de ideas erróneas sobre  nuestras capacidades que asumimos sin evidencias reales, quizá debido a esa tendencia a interpretar los hechos en el sentido de nuestras creencias y expectativas.

Mi hijo con 4 años constantemente decía “no puedo”, y daba igual si se trataba de ponerse los zapatos o de hacer la cama o de escribir su nombre o ordenar unos números, aunque algunas de las veces era por flojucho pero otras notaba que ni siquiera enfrentaba la tarea porque no se creía de verdad capaz o por miedo a no ser capaz y eso que siempre ha tenido la autoestima bien alta y siempre le decía  (y ahora me lo repite él como una coletilla) ”no lo he intentado lo suficiente”.

Mi hija cuando contaba con 9 años sí que intentaba y reintentaba las cosas, ella -tan pequeña- por sus vivencias anteriores sabe que, sobre todo y para todo tiene que confiar en sus propias capacidades y su tesón y su resiliencia la harán superar muchas de esas pequeñas cadenas que de forma más o menos consciente se nos han ido colgando a modo de comentarios en el colegio, en el ámbito familiar, en casa…
Yo misma arrastro cadenas y he aprendido que a veces da igual que te digan lo que vales y lo maravillosa que puedes llegar a ser en esta o aquella habilidad, no sólo las palabras encadenan, son mucho más perniciosas las actitudes, las de la gente que te importa, da igual que un millón de personas te digan lo bien que haces una cosa, que si las personas que te importan no te demuestran que de verdad es así, llegarás a creerte que no vales para eso.

Tal vez sea concederle demasiado poder personal a nuestros seres queridos, pero esto es así de crudo, de fuerte y es una tremenda responsabilidad de la que tenemos que concienciarnos como inductores de ese aprendizaje inhibidor, al tiempo que debemos que revisar nuestras propias creencias sobre nuestras capacidades.
Muchos de nuestros íntimos temores, de lo que antes llamaban “complejos” son para la moderna psicología indefensiones aprendidas.

Yo acabo de aprenderlo ahora me toca interiorizarlo.


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