“El corazón es muy grande y en él, caben todas las personas
a las que queremos”… les enseño a mis hijos que cada persona importante en
nuestra vida pasada y presente tiene su parcela en la que crecen las flores y
las plantas que corresponden a cada emoción que nos provocan.
Hoy recorro tu parcela, con el alma encogida y la lágrima desprendida
(justo al revés de cuando me enfado) me detengo en cada parterre, en el de
diente de león con sus hojas duras y ásperas y tu ausencia se me clava
como dentelladas felinas y aun así levanto y soplo su flor y pido un deseo(siempre el mismo)…
En el de las Fuchsia o pendientes de la reina que hermosean cada imagen, cada frase que conservo intacta en la memoria, y ese grupo de rosas antiguas de té, menudas como tú, sin espinas, clásicas y elegantes que me recuerdan tu olor en cada abrazo, y ese manojo de peonías que le dan al conjunto ese toque de sofisticación al que aún aspiro. En una esquina, inevitables, crecen las ortigas blancas que escuecen y hasta queman representando el dolor de tus últimos años, y en especial de aquel durísimo último verano.
En el de las Fuchsia o pendientes de la reina que hermosean cada imagen, cada frase que conservo intacta en la memoria, y ese grupo de rosas antiguas de té, menudas como tú, sin espinas, clásicas y elegantes que me recuerdan tu olor en cada abrazo, y ese manojo de peonías que le dan al conjunto ese toque de sofisticación al que aún aspiro. En una esquina, inevitables, crecen las ortigas blancas que escuecen y hasta queman representando el dolor de tus últimos años, y en especial de aquel durísimo último verano.
“Te echo de menos mamá” digo en voz alta por si me oyes mientras
recojo las flores de mi particular jardín para tu aniversario, y siento que no
me he conformado nunca con tu muerte, a veces lo llevo con madura resignación –ya
tengo un año más que tenías tú al marcharte- y otras como hoy,- que me siento
tan pequeña-, con un bestial sentimiento de orfandad. Como aquel atardecer de
hoy hace 29 años en que cerré tus ojos para siempre.
23 de septiembre 1988
Una noche de verano
—estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa—
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
—ni siquiera me miró—,
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!.
ANTONIO MACHADO
Campos de Castilla (versión de 1917)