Ayer 9 de noviembre se celebró el Día Mundial de la Adopción, un acto legal mediante el cual se crea un vínculo filial por derecho entre una persona o familia, que acoge como hijo a una persona menor de edad que es hijo biológico de otros padres, dándole una familia y un hogar.
Un día que pretende crear conciencia y sensibilizar a la
población mundial acerca de la importancia de la adopción.
Ayer mi hija cumplía 19 años, fue a la universidad, este
año está en 2º grado de Educación Primaria y se está planteando hacer también Educación Infantil, como segunda carrera.
Al ser día entre semana lo celebramos en familia con el pollo a la nata (su plato favorito que me pidió que le cocinara) algo de picoteo al gusto de los chicos, Fanta como bebida estrella y tarta con barquillos de chocolate. Todo muy sencillo, nada espectacular, como los regalos que recibió, algo de ropa, unas sábanas chulas para su cuarto y unos tenis de un outlet que le gustaron. Cuento todo esto para compartir lo normal de nuestras celebraciones, porque nos gusta celebrar, celebrar fechas y acontecimientos que algunos pueden tener su lado menos amable, su cara y su cruz, pero en las que creo que es bueno reconocer el lado positivo, y que hay detalles y gestos que ayudan y hacen la vida más agradable rompiendo rutinas y atesorando nuevos recuerdos y momentos que fortalecen vínculos.
Ayer coincidía, como dije al empezar, el día mundial de la adopción. Un día para
la reflexión, por supuesto, pero también para la celebración. Hay que celebrar
que haya padres y madres valientes que
hay que capacitar y formar para adoptar niños y niñas y jóvenes que, de otro modo
crecerían (como ya lo hacen muchos, demasiados) en instituciones privados de
una familia que apueste por ellos.
En un mundo ideal, tan lejos del que nos toca, no existiría ni el abandono, ni el
maltrato, ni la adversidad, pero este que pisamos está muy lejos de ser ideal y
por eso debe existir y persistir la adopción como medida de protección infantil
y que exista un día que lo señale debe ayudar a concienciar en esa necesidad
que tantos niños y niñas tienen de crecer en familia, en una familia dispuesta a
apostar por ellos, ofreciéndoles un presente en un entorno seguro y un futuro. Algo
que parece sencillo y que ha ser la mejor alternativa a un pasado doloroso y difícil
que lo impregnará todo y que hará que las cosas no sean fáciles para nadie pero
al menos si posibles.