Hace tan sólo ocho meses que somos padres de Diana y Nacho, de siete y tres años, en este poquito tiempo hemos pasado por muchas etapas y vivencias que he podido identificar en algunos de los libros que he leído, curiosamente todo lo que leí antes de la adopción sobre postadopción debió de pasar sobre mí como agua de lluvia y goretex, porque cuando he vuelto a esos libros que en su día me parecieron que me serían útiles no he sido capaz de rescatar nada a posteriori, salvo lo que me parecieron meras anécdotas.
En este intenso camino de ocho meses, dejando aparte los momentos increíblemente dulces y felices del que todas las páginas y blogs están llenos y de los que este blog mío también tiene sus raciones más o menos empachosas, quiero examinar y reflexionar sobre los momentos difíciles, los de tensión, los amargos con pensamientos peregrinos del tipo "no sé si sirvo" y de ese estilo que muchos padres tenemos y como soy consciente de lo mal que se pasa, me gustaría compartir en este medio, algunos de los artículos o de las "recetas" que voy recabando por si a alguien le sirve de ayuda o beneficio. Las preocupaciones que me han asaltado observando a mis hijos, algunas absolutamente sin fundamento, unas que te asaltan de manera intuitiva y otras producto del temor a lo desconocido -mis hijos lo eran totalmente- o del miedo a no saber interpretar las señales que algunas veces he captado. Algunos comportamientos "son de libro", están tipificados y pautados en algunos artículos que han caído en mis manos por diversos medios y el saber que esas conductas pueden ser debidas a emociones o conflictos propios de su condición de adoptados,-lo primero que he tenido que aprender es que todos los hijos adoptivos son niños con una necesidad de atención especial-, el reconocerlo y conocer estrategias que ayuden a salvar esos momentos, minimizan mucho las cuestiones, las normalizan y el conocer su procedencia amortiguan su impacto y ayudan a reconducir los conflictos.
También tengo que advertir que por ese mismo afán de saber e informarme he creído percibir obstáculos y complicaciones donde no había nada más que normalidades. Pero eso ya va en las paranoias mías particulares que a Dios gracias me las tamiza y frena el sentido común, la prudencia y la puesta en común de mis temores con los pilares que me sustentan : Eduardo -mi marido-, mis seres queridos entre los que cuento a mis mejores amigas, y algunos profesionales muy versados en menores a quien acudo cuando se me enciende el pilotito rojo.
En este intenso camino de ocho meses, dejando aparte los momentos increíblemente dulces y felices del que todas las páginas y blogs están llenos y de los que este blog mío también tiene sus raciones más o menos empachosas, quiero examinar y reflexionar sobre los momentos difíciles, los de tensión, los amargos con pensamientos peregrinos del tipo "no sé si sirvo" y de ese estilo que muchos padres tenemos y como soy consciente de lo mal que se pasa, me gustaría compartir en este medio, algunos de los artículos o de las "recetas" que voy recabando por si a alguien le sirve de ayuda o beneficio. Las preocupaciones que me han asaltado observando a mis hijos, algunas absolutamente sin fundamento, unas que te asaltan de manera intuitiva y otras producto del temor a lo desconocido -mis hijos lo eran totalmente- o del miedo a no saber interpretar las señales que algunas veces he captado. Algunos comportamientos "son de libro", están tipificados y pautados en algunos artículos que han caído en mis manos por diversos medios y el saber que esas conductas pueden ser debidas a emociones o conflictos propios de su condición de adoptados,-lo primero que he tenido que aprender es que todos los hijos adoptivos son niños con una necesidad de atención especial-, el reconocerlo y conocer estrategias que ayuden a salvar esos momentos, minimizan mucho las cuestiones, las normalizan y el conocer su procedencia amortiguan su impacto y ayudan a reconducir los conflictos.
También tengo que advertir que por ese mismo afán de saber e informarme he creído percibir obstáculos y complicaciones donde no había nada más que normalidades. Pero eso ya va en las paranoias mías particulares que a Dios gracias me las tamiza y frena el sentido común, la prudencia y la puesta en común de mis temores con los pilares que me sustentan : Eduardo -mi marido-, mis seres queridos entre los que cuento a mis mejores amigas, y algunos profesionales muy versados en menores a quien acudo cuando se me enciende el pilotito rojo.