
Las mini vacaciones las hemos pasado en Zaragoza, en casa de Elena, mi hermana escogida, mi amiga de toda la vida, tutora de nuestros hijos a los que ya conoció en una visita que nos hizo pero a la que no habíamos vuelto a ver en casi seis meses salvo a través del Skype, ese programilla por el que puedes hablar y ver a quien está al otro lado del ordenador aunque esté en la otra punta del mapa.
El mero hecho de pensar en movilizar a toda la familia, equipaje, organizar la marcha y la vuelta…

Todo era nuevo y todo se convertía en un parque temático ¡hasta montar en autobús urbano les parecía emocionante y divertido! tanto, que sólo cogimos el coche en dos ocasiones para hacer dos excursiones una a Pamplona y otra al Monasterio de Piedra.
Montamos en telecabina y superado el miedo inicial les pareció como “ir en avión”, visitamos el acuario, ese día hacía tal torrija de calor que no había apenas nadie y no pararon de ir de aquí para allá descubriendo, señalando y alucinando con las especies


Mi hija es una todo terreno, y su entusiasmo la lleva a no quejarse de cansancio si hay algo nuevo esperando un poquito más allá, no importa de qué se trate, estos niños tan impresionables y tan conformables son una gozada.
Estuvimos visitando Olite que está a 42 kilómetros de Pamplona y su precioso castillo-palacio, Diana mi aprendiz de princesa en seguida preguntó por las princesas y príncipes moradores de
tamaño palacio, cuando le explicamos que si que hubo un tiempo en que lo habitaron reyes, príncipes y caballeros, reinas, princesas y damiselas, pero que ahora no vivían allí, ella no se conformó y seguía preguntando a cada rato en toda la visita por los dormitorios de sus admiradas princesas, especialmente le interesaba ver el de Blancanieves…
Cuando comprendió por fin que no iba a ver realeza alguna ni sus aposentos, tal y como ella los imaginaba y viendo decaer un poco su interés se me ocurrió comentarle que posiblemente quien si habitaba los rincones del castillo sin ninguna duda serían las hadas y los duendes, que pequeños como cabeza de alfiler, seguro que estarían trasteando por los rincones de palacio observando...
No dejó rincón sin mirar e incluso le pareció ver un hada y su vuelo dorado en el reflejo que el sol hizo de la esfera de mi reloj sobre una de las paredes del castillo, fue tan fugaz que ella quedó del todo convencida de que aquella era una hada y el de Olite un castillo encantado.
Nacho subió sin quejarse y con decisión todas y cada una de las escaleras de caracol que nos encontramos, hasta el último tramo, saludando y haciendo gentes a su paso, comentando con su lengua de trapo lo que veía y asomándose también por cada hueco, pidiendo aupa para asomarse por cada ventana.
El no entendía de hadas ni de duendes, ni de reyes ni de caballeros, para el era como un inmenso Chiquipark donde ensayar sus saltos y poner a prueba nuestra forma física. Incansable Nacho, imparable, ni siquiera la ola de calor-que nos persiguió por todo Navarra y Aragón implacable-, mermaron un ápice su entusiasmo en ningún momento!
Los ratitos en que nos trasladábamos, en coche o autobús dormía lo suficiente como para recuperar –si es que las perdía- fuerzas para volver a la carga con energías renovadas.
Zaragoza, Olite, Pamplona, el Monasterio de Piedra,
Albarracin... son lugares ya para nuevos recuerdos, los del primer verano juntos, las primeras vacaciones, escenarios para siempre inolvidables que forman ya parte de nosotros y los que recordaremos de forma especial en el álbum llamado “verano del 2010,” nuestro primer verano juntos.

Cuando comprendió por fin que no iba a ver realeza alguna ni sus aposentos, tal y como ella los imaginaba y viendo decaer un poco su interés se me ocurrió comentarle que posiblemente quien si habitaba los rincones del castillo sin ninguna duda serían las hadas y los duendes, que pequeños como cabeza de alfiler, seguro que estarían trasteando por los rincones de palacio observando...
No dejó rincón sin mirar e incluso le pareció ver un hada y su vuelo dorado en el reflejo que el sol hizo de la esfera de mi reloj sobre una de las paredes del castillo, fue tan fugaz que ella quedó del todo convencida de que aquella era una hada y el de Olite un castillo encantado.

El no entendía de hadas ni de duendes, ni de reyes ni de caballeros, para el era como un inmenso Chiquipark donde ensayar sus saltos y poner a prueba nuestra forma física. Incansable Nacho, imparable, ni siquiera la ola de calor-que nos persiguió por todo Navarra y Aragón implacable-, mermaron un ápice su entusiasmo en ningún momento!
Los ratitos en que nos trasladábamos, en coche o autobús dormía lo suficiente como para recuperar –si es que las perdía- fuerzas para volver a la carga con energías renovadas.