
Cuando era una niña me encantaba una serie de televisión que se llamaba “Embrujada”. No se me olvidan sus personajes: Samantha, Darrin, su hija Tabatha, Larry -el jefe de Darrin- y la malvada pero divertidísima Endora madre de Samantha, y de esa serie y por su delicioso recuerdo he usado alguna vez en internet el nick de Tábata y llevo en mi móvil desde que los móviles permitieron personalizar los tonos de llamada, la banda sonora de la serie.



Yo nunca me disfracé de bruja, de princesa… ¡claro que sí! de niña con cualquier camisón largo de mi madre y luego más mayor con algún vestido de fiesta, o vestida para contraer matrimonio me sentí cual princesa. Pero de bruja …no, y aborrezco las veces en las que me he sentido adivina –o más bien agorera- y hasta sibilina y no precisamente bajo ningún disfraz.

Tal vez por eso cuando Eduardo apareció con un disfraz de diablillo para Nacho y otro de bruja para Diana, tuve la imperiosa necesidad de modificarlo. El de Nacho apenas lo toqué –me pareció perfecto y el más indicado para él –con él está para comérselo- y apenas le añadimos unos diminutos y simpáticos cuernecillos, un rabote de diablo y un tridente que compramos en los chinos, un bigotillo con perilla y unas cejas levantadas con trazos de mis lápices de maquillaje y quedó perfecto!

Pero lo de Diana se complicó, acabé haciéndole para recogerle el pelo, una especie de tocado exótico, con trozos de cordeles de colores, tiras de tejido también de distintos colores y un par de bandas de tul dorado que tenía de la pasada navidad, todo cosido a una goma de pelo y para remate le añadí una pequeña marioneta verde: un cocodrilo.
Luego con otras tiras de ese mismo tul hice una sobrefalda de vuelo abullonada y un lazo que remataba la cintura.
Luego con otras tiras de ese mismo tul hice una sobrefalda de vuelo abullonada y un lazo que remataba la cintura.

En la fiesta del colegio había disfraces para todos los gustos, todos los niños quieren jugar al miedo que tanto miedo les da y todos los niños iban disfrazados y casi en su totalidad la estética era la del terror, otros hacían sonreír por la ocurrencia de sus padres ( a uno lo liaron en papel de cocina y esparadrapos a modo de zombi momificado) y si hubiera tenido que dar un premio se lo hubiera dado a una niña que parecía la de la película “Los otros”, tan bien disfrazada iba que mirarla daba autentico miedo.


Pero bueno, quien me iba a decir a mi que tan poco amiga soy de apropiamientos indebidos de tradiciones ajenas, que me iba a meter tan de lleno en estos festivales, debo reconocer que me ha hecho ilusión pero también me he agobiado un poco, pienso que es porque me faltan tablas y me sobra tensión.
Es la primera vez que celebro Halloween y sigo pensando que, de seguir así, adoptando tradiciones extranjeras, acabaremos festejando el 4 de Julio, ya me veo a Nacho disfrazado de Abraham Lincoln, y pintando caras con barras y estrellas…
