
Tercero ha sido un curso muy difícil.
En el curso anterior -al que Diana se incorporó en enero-, aprendio a leer y a escribir, con la ayuda inestimable y el interés de su maestra Ruth, también aprendió los números aunque se hacía, se hace- un lío con lo de mayor, menor, anterior y posterior y las sumas y restas con llevadas… incluso el verano pasado ya hicimos alguna tímida incursión en las tablas de multiplicar, siempre con el botón del autoborrado encendido.
Profesorado y sistema distinto y el maldito curso Tercero de Primaria que es un curso de aúpa –todos lo dicen- para cualquier niño, pues habría que imaginarse lo que ha supuesto para Diana: tanta información, tantos ejercicios, encima libros reciclados en los que no se podían hacer los ejercicios y había que copiar y copiar preguntas y respuestas de unos deberes que toda la tarde era corta para poder llevarlos a cabo, una materia tan llena de contenidos y novedades tan ajenas para Diana, que le ha sido imposible asumir. ¿Cómo va a saber por ejemplo, qué es una oración o un sujeto y un predicado, o una sílaba átona, sin haber aprendido a distinguir vocales de consonantes?
Y aún así la lengua (con clases de refuerzo en el colegio) y las matemáticas a fuerza de hacer y rehacer ejercicios en casa, las ha ido sobrellevando también a fuerza de tesón y a fuerza de tiempo y repetición, repetir cada lección y ejercicio mal hecho, repetir cada examen en casa cuando los traía para que los firmáramos…

Y aún así la lengua (con clases de refuerzo en el colegio) y las matemáticas a fuerza de hacer y rehacer ejercicios en casa, las ha ido sobrellevando también a fuerza de tesón y a fuerza de tiempo y repetición, repetir cada lección y ejercicio mal hecho, repetir cada examen en casa cuando los traía para que los firmáramos…

Caso aparte es el conocimiento del medio…. asignatura que nos ha llevado de cabeza todo el año y es que los conocimientos que Diana tiene sobre “el medio” poco o nada tienen que ver con el que le explican en el colegio, con el que pone en los libros.
Para muestra un botón:
“Hace muchos muchos años –explica el libro - en las casas no había agua corriente y había que ir a buscarla a un pozo que estaba muchas veces, lejos de donde vivían las familias…”
-Mamá, el libro está mal.
-¿Por qué dices eso? Ya voy con cautela desde que un día le regañara porque al darme la lección de “cono” se empeñaba en que los seres vivos “nacen, crecen, y mueren” y yo:
-“No Diana, no te lo sabes, vuelve a leértelo y dímelo otra vez pero bien dicho…” y ella con paciencia se iba y al rato volvía:
-”Los seres vivos nacen, crecen, y mueren”
Y yo: “¿qué pasa que ya no se reproducen….?”
...Pues no… resulta que el resumen destacado del libro rezaba cómo la niña me decía , a la reproducción tan solo se hacía una tímida referencia en el texto más arriba como “algunos se reproducen”… me imagino que para no herir suspicacias… La enseñanza ahora es así de considerada.
-Está mal –insistía- porque en Kazajstán nosotros teníamos que ir a por agua a un pozo.
-¿El agua para beber?
-No, para todo.
-¿Y el baño…?
Aunque vivían en casas -no en Yurtas-, al parecer cuando tocaba baño se bañaban en una gran tina del más pequeño de la familia al de más edad, y las necesidades se hacían “afuera”, no sé muy bien si en letrina o en el “exterior” (en el campo no creo, porque la zona es estepa llana y dura). No me quiero ni maginar un apretón a 32 grados bajo cero, cómo hemos llegado a estar nosotros en aquel país tan extremo).

Esto sólo es un ejemplo.Por muchas cosas como esta es por lo que digo que el medio que mi hija conoce poco tiene que ver con el que ahora le están enseñando, tal vez por eso le cueste tanto asimilarlo.
Este año tutoría tras tutoría, en entrevistas con su profesora Ana Belén que ha estado muy pendiente de Diana y con la orientadora y el director del colegio, todos nos han asegurado que la niña iba bien, que estaba dentro de la media del curso.
Particularmente sigo creyendo que Diana tenía que haber empezado el colegio desde un curso más abajo, pienso que así hubiera aprendido a leer y a escribir con sus compañeros de primero, ahora habría acabado segundo y todo hubiera sido más fácil y relajado para todos.

Si alguien que me esté leyendo ahora está en esa tesitura en la que yo me encontré, espero que nuestra experiencia le sirva para convencerse y convencer a los demás de que la posibilidad de escolarizar a nuestros hijos adoptivos en un curso inferior es una buena idea y debe de aprovecharse. Si pudiera volver atrás empezaría justo desde ese punto y tengo la seguridad de que hubiera sido un camino mucho más fácil para todos, pero sobre todo, para Diana.
Ahora me dicen que mejor que siga adelante, que ya alcanzará a sus compañeros, que tercero es la mitad de un ciclo y que no se “puede” repetir, que socialmente está muy integrada y que eso es lo que importa. Pero Diana se integra muy bien en cualquier ambiente, es en lo que tiene sobresaliente, en “habilidades sociales”, cariñosa, simpática y con ganas de agradar ha desarrollado como nadie estas destrezas, conmovedoras en una niña de su edad.


Pero a medida que las neuronas no han sido trabajadas, por falta de estimulación temprana y las sinapsis correspondientes no han sido creadas el proceso se complica. No es irreversible gracias a la plasticidad de nuestro cerebro pero es trabajoso y complicado.

En el que nos hemos exigido demasiado todos, tal vez en un esfuerzo por tratar de normalizar nuestra todavía reciente familia. En el que hemos tenido que establecer normas y adoptar nuevos hábitos todos. En el que Diana, Eduardo y Nacho han aprendido a hablar y todos hemos aprendido a conocernos y a compartir.
En eso estamos.
