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El ratoncito Pérez ¿fantasía o realidad?


La vida continúa, entre dientes que se caen y dobladillos que se han de descoser, zapatos que se quedan pequeños casi nuevos y camisetas rabicortas,  una cama que se cambia por otra de mayor tamaño y fotos que revelan más que cualquier otra cosa cómo están creciendo y cambiando mis hijos, que siguen sonriéndome en estéreo, con sonrisas de dientes caídos, los dos.
Nacho con cinco años recién cumplidos empezó con uno de los de abajo que se tragó y que pareció mudar enseguida y hace unas semanas al recogerlo del cole su maestro me tenía guardado el segundo en caer,también de abajo, justo el de al lado que se me antoja un poco más lento en salir de nuevo, es posible que haya empezado a mudar por los primeros que le debieron salir de bebé (según parece lo normal es que los primeros que se caen son los primeros que salieron) yo no puedo saberlo, pero me imagino a mi Dianushka y a mi Nachete de bebés con los dos dientecillos de abajo recién salidos…
No voy a entrar a describir la nostalgia y el dolor de no haberlo vivido, “quien lo probó lo sabe”, que diría Lope de Vega tratando de definir el amor y sus pesares.
Diana esperó a llegar a casa, a España, para empezar a mudar los dientes, recién cumplidos los 7 años, sin hablar mucho español acogió la idea del intercambio de regalos por su diente caído con toda la natural ingenuidad, aunque tuvo un poco de reserva con eso de que un ratón se fuera a pasear por debajo de su almohada y entre su pelo, arrastrando un juguete o unas monedas para luego llevárse su trofeo dental (claro que bien pensado la idea es de lo más escalofriante.) Cuentos e ilustraciones con dulces y simpáticos ratoncillos le ayudaron a no indagar mucho más y a aceptar el intercambio, aunque de vez en cuando me preguntaba que por donde entraba el ratón amigo en casa y si en nuestra ciudad había ratones y que qué hacían y en donde vivían. Y cualquier agujero en el campo o por la calle era señalado como posible morada del enigmático ratón.
Nuestra hija no había vivido nunca ni celebrado tradiciones parecidas ni grandes ni pequeñas, en el país donde nació existe Nauryz que se celebra el 22 de marzo, el día del equinoccio de primavera, es la fiesta de la primavera y la abundancia, la despedida del invierno, es una celebración similar al año nuevo nuestro, Nacho era muy chiquitín cuando le adoptamos y es obvio que no tiene recuerdos, pero Diana tampoco los tiene ni de esta fiesta ni de la navidad  que allí parece celebrarse con una mezcla de tradiciones. 
(Para saber más sobre las tradiciones Rusas y en especial Kazajas, en este tema y en muchos otros el mejor blog al que dirigirse es kazajstanblues)
Pero no tiene recuerdos de Navidades vividas en primera persona, ni siquiera había celebrado un cumpleaños propio, el séptimo fue el primero, con nosotros, por todo esto es por  lo que quisiera alargar lo más posible toda la fantasía y la magia que ella ha querido conservar. Hace tiempo que leí que los niños seguirían creyendo en aquello que quisieran y les gustara creer. ¡Y es verdad!



Ya con diez años, antes de la navidad pasada en el colegio le desvelaron quienes son los reyes y aún con dudas (yo creo que por las ganas de que si fueran verdad) me lo preguntó abiertamente un día en el coche a la vuelta del cole cuando había ido a recogerla a ella a su hermano y a uno de nuestros vecinos:

-Mamá en el colegio hay niños que dicen que los reyes son los padres…
En aquella ocasión y sin saber si el niño que venía con nosotros sabía o no la respuesta e incómoda porque Nacho estaba presente, le pedí que lo habláramos más tarde, pero ante su urgente insistencia le dije que eso entraba en el ámbito de lo que uno quisiera o no creer y que mientras siguiéramos creyendo en ellos, “los reyes” seguirían trayendo regalos y juguetes a nuestra casa...
Así sucede parecido con el ratoncito Pérez.

Hace poco y con pocos días de diferencia a Nacho primero y a Diana después se les cayó un diente. Como el primer diente Nacho se lo tragó, en su segunda ocasión alucinó con la visita  del ratón que con dos de las monedas de euro más relucientes que pudo encontrar y porque le dejó hasta un pequeño rastro de pelillos (cortados a un plumero…)



A Diana  días después y por tratarse de un molar recibió tres de esas monedas relucientes, pero al despertar y por su actitud –con un puntillo de nostalgia- me  quedó claro que ya no creía que un ratoncito por amigable y simpático que fuera se deslizara por su almohada.
Nacho de por medio, sólo le hablé del regalo y ella dijo :
 -Para que las cosas “simpáticas” sigan  sucediendo hay que creer en ellas…
Y luego estuvo encantada con su dinero en el bolsillo que quiso gastar en la pastelería en una merienda especial y contando y recontando lo que aún le sobraba y los planes que con ello iba a hacer “a largo plazo”: guardarlo en la hucha que tienen a medias y que quieren llenar para luego comprar un juguete o “ir de viaje”… ( Aún no tenemos muy claro el precio de las cosas, ni el valor del dinero)
De vez en cuando la veo saltar de un lado al otro del espejo. A veces la oigo hablar con su hermano al que tampoco le falta imaginación- entre lo que ella considera realidades y fantasías… 
La niñez precisamente es eso: el caminar por un sendero donde se entremezclan ambos mundos, donde coexisten las mágicas y brillantes fantasías con los oscuros y los grotescos y temibles monstruos más variados, con las realidades cotidianas. Verdades y “mentiras” que poco a poco y al crecer,  cada vez se irán distinguiendo mejor  y reduciendo en número y riqueza las fantasías y mudando los cocos infantiles por otros ogros más reales y mundanos.
Diana siempre quiso ser princesa. 
Recién llegada decía a todo el mundo que quería ser médico -o maestra- y princesa, un día al contárselo a mi hermano pequeño, recientemente fallecido esté le contestó: 

-Me parece muy bien sobrinita, porque lo de princesa y periodista ya está “pillao”…



Desde siempre su mundo de quimera tiene los tintes rosas de los cuentos de hadas y de princesas que le encantan (quizás un poco acentuado con brillos de lentejuelas y purpurina que tanto gustan en los países del este) y conserva y disfruta de poder tener ese recinto maravilloso donde nada es verdad ni mentira que se llama fantasía. A  las hadas, los duendes y la magia  apartados de la realidad hemos conseguido no desterrarlos de la ilusión y ubicarlos en un lugar entre la  leyenda y la fantasía y todos los personajes, los bondadosos, y los no tanto como brujas, monstruos y criaturas conviven en un mundo personal que mis hijos se han creado y que llamamos –como no-  Fantasía.

Los niños en general y mis hijos en particular, pasan mucho tiempo hablando de personajes imaginarios y se interesan extraordinariamente por los personajes que conocen o descubren en la tele o en los cuentos. Nacho nos pregunta todo tipo de detalles acerca de fantasmas, de héroes de comics, sobre cuando van a venir y cómo son las criaturas de otros planetas o sobre toda clase de monstruos y siempre que hablamos enseguida apostilla:
-Pero no existen.
Diana toma partido y le contesta a su hermano sobre los personajes que maneja y discuten y hablan de sus características casi siempre terroríficas cuando se trata del mundo de Nacho y mi hija los sitúa enseguida alejados en el tiempo y en el espacio, y si entran en la polémica existencial han encontrado la respuesta perfecta: existen si, pero en la fantasía.

Y si me preguntan, como yo siempre he creído y sigo creyendo en la magia de los reyes magos, en las brujas (de las cuales conozco alguna) de los ángeles (que también conozco) y los demonios… yo siempre les digo  que el hecho de que se pueda hablar del gato con botas de  Hansel y Gretel, de Blancanieves, o de hadas o por supuesto del ratoncito Pérez indica que existen de alguna forma... si no existieran no se podría hablar de ellos…¿no?

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