Diana es una de esas niñas que por sus experiencias tiene muy claro donde se encuentra su estómago, lo sabe mucho antes de haber aprendido donde están los pulmones y eso que son tan necesarios para vivir.
Para ella la comida tiene mucha importancia a, es una de las cosas a las que más prioridad le da. En los cumpleaños y fiestas donde nos reunimos mayores y pequeños alrededor de la comida es bueno estar un poco pendiente para que respire entre bocado y bocado y recordarle la diferencia entre engullir y comer. Ella es consciente de que debe aprender esa diferencia, pero siempre se le olvida.
La primera vez que fue de excursión con el cole a comer fuera de casa le preparé un menú de lo más variado:
Galletitas y zumo para media mañana, gazpacho y dos bocadillos con dos piezas de fruta para medio día y más galletitas de chocolate para la merienda...
En el primer descanso de la mañana se lo comió todo.
Ya no le quedó comida en todo el día aunque se las apañó para que una amiga compartiera con ella su bocadillo a la hora de comer.
En el último cumpleaños al que asistió en la escuela de verano se comió tres trozos de bizcocho de una niña y un trozo de trata de otra que cumplía el mismo día, a mén de atiborrarse de patatas gusanitos etc. Nosotros nos enteramos porque a la hora de comer después de haber comido un buen plato de raviolis e incluso haber repetido, cuando llegamos a la fruta, -era plátano y no es de sus favoritas-, la noté cómo pesada y que le costaba acabar con la pieza. Cuando le pregunté, ella misma me puso en antecedentes de todo lo que había comido. Desde luego fue un milagro que no le explotara el estómago.
Y es que cuando prueba algo que le apetece pone tal cara de deleite y lo saborea con tal placer que sorprende por la intensidad con que lo degusta.
Para hacerle comprender cómo veíamos los demás esta intensidad suya frente a los alimentos se me ocurrió escribir el cuentecito “Amiguita si sólo como una miguita”.
También dedicado a mi abuela Catalina.
Mi abuela Catalina era una cocinera estupenda y su mayor disfrute era cocinar cualquier cosa que le pidiéramos. Siempre nos preguntaba después de cebarnos a base de bien sobre lo que nos apetecería comer en la siguiente comida, ella estaría encantada con su nieta, lo sé. Pero es que mi abuela materna vivió una guerra y también desarrolló unas visceritas de campaña.
Para ella la comida tiene mucha importancia a, es una de las cosas a las que más prioridad le da. En los cumpleaños y fiestas donde nos reunimos mayores y pequeños alrededor de la comida es bueno estar un poco pendiente para que respire entre bocado y bocado y recordarle la diferencia entre engullir y comer. Ella es consciente de que debe aprender esa diferencia, pero siempre se le olvida.
La primera vez que fue de excursión con el cole a comer fuera de casa le preparé un menú de lo más variado:
Galletitas y zumo para media mañana, gazpacho y dos bocadillos con dos piezas de fruta para medio día y más galletitas de chocolate para la merienda...
En el primer descanso de la mañana se lo comió todo.
Ya no le quedó comida en todo el día aunque se las apañó para que una amiga compartiera con ella su bocadillo a la hora de comer.
En el último cumpleaños al que asistió en la escuela de verano se comió tres trozos de bizcocho de una niña y un trozo de trata de otra que cumplía el mismo día, a mén de atiborrarse de patatas gusanitos etc. Nosotros nos enteramos porque a la hora de comer después de haber comido un buen plato de raviolis e incluso haber repetido, cuando llegamos a la fruta, -era plátano y no es de sus favoritas-, la noté cómo pesada y que le costaba acabar con la pieza. Cuando le pregunté, ella misma me puso en antecedentes de todo lo que había comido. Desde luego fue un milagro que no le explotara el estómago.
Y es que cuando prueba algo que le apetece pone tal cara de deleite y lo saborea con tal placer que sorprende por la intensidad con que lo degusta.
Para hacerle comprender cómo veíamos los demás esta intensidad suya frente a los alimentos se me ocurrió escribir el cuentecito “Amiguita si sólo como una miguita”.
También dedicado a mi abuela Catalina.
Mi abuela Catalina era una cocinera estupenda y su mayor disfrute era cocinar cualquier cosa que le pidiéramos. Siempre nos preguntaba después de cebarnos a base de bien sobre lo que nos apetecería comer en la siguiente comida, ella estaría encantada con su nieta, lo sé. Pero es que mi abuela materna vivió una guerra y también desarrolló unas visceritas de campaña.