“¿Qué os ha resultado más difícil en vuestro proceso o en vuestra relación con los niños?
Es la pregunta que hace unos días nos hicieron en un coloquio sobre adopción en el que nos
invitaron a participar como autoras del libro Mariposas en el corazón. Las respuestas fueron tan diferentes e interesantes como las
vivencias de cada una y ya desde la pregunta se apuntaba a temas cómo el vínculo y
la madre biológica, luego en la dinámica
de la conversación esa pregunta se diluyó pero a mí me siguió resonando en la
cabeza…
¿El vínculo? ¡Por supuesto! Seis años después seguimos
construyéndolo, reforzándolo y hasta apuntalándolo en sus momentos más críticos
(mi hija está entrando en la adolescencia)
¿La madre biológica? ¡Sin
duda! Es este un tema peliagudo, difícil de abordar y de asumir por todas las
partes, lleno de respuestas vacías e incertidumbres.
Pero dando vueltas sobre vueltas a la pregunta que como una semilla se había plantado en mi
cabeza, acabó germinando una respuesta que sobresalía sobre todas las demás, para mí lo verdaderamente difícil de llevar es esa dificultad para calibrar la
consecuencia de sus actos, ese desbarajuste que tienen en lo que hemos tenido que aprender que se llama la función ejecutiva*. Esa
desorganización o empanada mental que les hace, tal vez, ser poco o nada diestros
en el autocontrol, que no piensen en la “sanción”
(no quiero poner la palabra castigo que es tan impopular) que les va a caer de
no hacer o de hacer aquello que deben o no deben hacer.

Es sólo un ejemplo, pero a veces como madre, veo siempre el
mismo horizonte, me siento atrapada en un mismo nivel en el juego de la vida
donde no consigo que pasemos al siguiente. Mis marcianitos no consiguen superar
los obstáculos y yo dudo de mis habilidades como conductora del juego que se
convierte en una piedra de Sísifo en el día a día.No nos ayuda nada esta sociedad en la que a todos nos están adiestrando
a la satisfacción inmediata, a la no postergación de las recompensas y donde palabras como sacrificio y esfuerzo no cotizan.
“Enseñanza o experiencia que se extrae de los errores o faltas, propios o de los demás, y evita caer en ellos”...
Y mira que en estos años ya tienen experiencia en errores repetidos y faltas cometidas de todo tipo, pero el problema -me temo-, no es la falta de vocabulario, ni de normas, ni de persistencia por su parte ni por la mía.
Recuerdo que mi madre (de la que dudo mucho que supiera de la función ejecutiva, pese a que era una mujer muy culta) cuando éramos unos niños apelaba al santo Job, hombre de gran humildad y paciencia ilimitada. Ejemplo de temple y aguante en las numerosas pruebas a las que fue sometido...(dicho con voz de púlpito).
A mí, menos mística y bastante más prosaica, se me ocurre elevar a Sísifo y su condena al pedestal de nuestra íntima catedral y esperar a que los dioses se apiaden de nosotros (con una gran sonrisa lo escribo).
*La función ejecutiva es un conjunto de habilidades cognoscitivas que permiten la anticipación y el establecimiento de metas, el diseño de planes y programas, el inicio de las actividades y de las operaciones mentales, la autorregulación y la monitorización de las tareas, la selección precisa de los comportamientos y las conductas, la flexibilidad en el trabajo cognoscitivo y su organización en el tiempo y en el espacio.