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Atención hospitalaria

Hospitalario, -ria adj.
1 Relativo al hospital: internamiento hospitalario.
2 Se aplica a la persona que recibe y acoge en su casa o en su tierra a los visitantes o extranjeros con amabilidad y toda clase de atenciones. acogedor.
3 Se aplica al lugar que resulta agradable y acogedor para la persona que vive o está en él de una forma temporal.


Hoy en un mensaje de la madre de Izas, -la niña con nombre de valle y fuerza de roca, que están luchando contra demonios, dragones y espantos en el Hospital San Joan de Deu en Barcelona-, comenta lo arropada que se encuentra en ese centro HOSPITALARIO.
 Profesionalidades aparte (Médicos que aún en vacaciones siguen preocupándose de sus pacientes, enfermeras que fuera de su horario siguen trabajando para coordinar esfuerzos para tratar a sus enfermos ) no puede por menos que elogiar el trato recibido y los esfuerzos del centro por normalizar la  anormal situación en la que se encuentran enfermos y cuidadores cuando -sin remedio- han de permanecer durante un tiempo (largo, siempre resulta demasiado largo..por bien que todo vaya) viviendo en un hospital, desplazados de su casa y de su ciudad.
Ella comenta que en el hospital de donde venían tenían prohibido usar el baño los acompañantes y no podía ni ducharse(¡¡!!). Y a mi esto me contrasta completamente con la esencia hospitalaria.
Quienes saben lo que son las estancias hospitalarias y han podido comparar el trato entre  hospitales: las instalaciones, el proceder del personal, sean profesionales facultativos o no (que con todos hay que tratar) la acogida, el trato humano que a veces con que sea correcto basta, pero si encima es cálido llega a resultarte conmovedor porque siempre resulta necesario un tono amable, unas formas ejercitadas en el trato a personas en situaciones difíciles. ¡Se necesita tanto cuando estás sufriendo por ver sufrir a un ser querido! por la incertidumbre del desarrollo y desenlace de la dolencia de la que se trate, porque estás rodeado de situaciones tristes y de tensión, porque te sientes impotente ante la enfermedad, ante la situación y hasta el que demuestre más valor y se muestre más animoso y combativo, está sumido en el miedo y en la incertidumbre y es de ley, de buena ley el mostrarle el lado más “hospitalario” posible en esa situación.

Profesionalidad no sólo no está reñido con humanidad sino que yo he comprobado como normalmente cuanto más excelente es un medico o una enfermera, más cercano y más humano es. Los buenos de verdad demuestran  interés más allá del momento y la enfermedad, abarcan al paciente en su totalidad y lo que le rodea, además dimana de su manera de tratar al paciente y a su familia una “cercanía” que sostiene y reconforta.

Eduardo al solecito invernal
Por ejemplo, tras numerosas entradas y salidas de Torrecárdenas, el año pasado mi hermano pequeño pasó  las navidades hospitalizado y fueron unas navidades angustiosas.Él si que conoce los entresijos, las luces y las sombras del entramado sanitario.
Tampoco hace tanto que nuestras navidades (Eduardo enfermo y yo como acompañante) fueron en la planta oncológica del Hospital Virgen de las Nieves de Granada, perfusores, jeringuillas, un sillón para el acompañante y un stor de separación de otro paciente y de otra acompañante, una tele compartida y un pasillo en horas punta con tráfico de personas empujando goteros y perfusores hombres y mujeres algunos muy jóvenes sin cejas, con sus cabezas peladas y brillantes su piel verdosilla y sus ojos infinitamente tristes, las enfermeras y enfermeros de la planta iban de una habitación a otra sin parar con bolsas de tratamientos tóxicos y siempre tenían una broma, una palabra cálida, una sonrisa que cómo espejos, se iban reflejando en los acompañantes y enfermos que tenían la suficiente fuerza física para intentar desentumecer las piernas en el corto pasillo.
 A veces nos recomendaban no salir, porque de cuando en cuando un celador aparecía empujando una camilla diferente, fría como el acero una camilla que sin haberla visto antes todos sabíamos para lo que era, pero allí no había puerta de atrás y sin remedio a veces nos topamos con esas frías camillas, y a veces no iban desocupadas, como quiera que para eso no había horario, más de una vez volviendo de la capilla o de comprar agua en alguna máquina de alguna otra planta, al salir del ascensor, o en el mismo pasillo te encontrabas con la cruda realidad de frente, y a eso si que no había modo de acostumbrarse.
nuestra mascota
Ahora en el recuerdo hablo de los paseos empujando el gotero y del personal bullendo de una habitación para otra, con las meriendas o las cenas y recuerdo un pasillo bien iluminado, unas paredes satinadas y los carteles con leyendas y dibujos de navidad que, como si de un colegio se tratara, decoraban las paredes de la planta con el cariño de las enfermeras y en cambio el mismo pasillo se me torna oscuro en la memoria cuando recuerdo aquellas camillas, hasta los tornillos, y las ruedas las tengo grabadas a fuego en la memoria.
Quien haya vivido situaciones parecidas entenderá de qué estoy hablando, esos dibujos en las paredes, esas sonrisas y palabras de acercamiento son las que te mantienen a flote y lo hacen por encima de todo lo que tira de ti y de tu ser querido enfermo hacia el abismo, facilita la estancia, facilita un tratamiento, te arropa y te cobija, esa almohada ofrecida para que puedas encontrar la postura que te permita descansar en ese sillón del que acabas rota.
Fueron sin duda unas navidades "diferentes", a las que siguieron muchas otras semanas y meses y otro personal y otras plantas y otros tratamientos y soluciones.
Esta navidad lo está siendo para esta familia y no la van a olvidar nunca, es muy distinto recordar lo sufrido desde el amparo de un personal humanitario a recordarlo con acritud, la de unos individuos deshumanizados que no se acuerdan de que trabajan con personas, que además están sufriendo.

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