A veces un empujoncito es suficiente para franquear un obstáculo.
A veces una actitud a lo mejor no es otra cosa que miedo al ridículo, frustración o confusión o tal vez sólo retraimiento o ganas de llamar la atención y no tomar en cuenta esa pose hacer cómo que no te das cuenta, “ignorarla”, provoca en un niño un cambio decisivo.

Exponer a tu hijo, a tu alumno al éxito mediante un pequeño empujoncito, tan leve que ni siquiera él pueda percibirlo, y se volcará en una tarea o una actividad a la que antes se negaba aún sabiendo que podría resultarle divertida.
¿Qué habría sido distinto si la maestra de Vashti no hubiera tenido ese gesto?