Abrir un libro a veces es exponerte, exponerte a abrir algo más que las tapas de un libro (incluso digital) a veces equivale a abrir estancias que dentro de ti permanecen cerradas o apenas visitadas, porque son zonas sombrías, porque son espacios llenos de recuerdos dolorosos que no has sabido elaborar, porque esas vivencias te huelen a rancio y piensas que nada tienen que ver con quien eres ahora, porque todos –y no sólo los niños que han sido adoptados- tenemos nuestra propia “mochila”, el sentimiento de abandono no sólo es privativo del hecho adoptivo, muchos de nosotros hemos sufrido desamparo de una u otra forma y cómo esto puede afectarnos no sólo a nosotros sino también a nuestros seres queridos, a nuestros hijos, es una de las evidencias más importantes que expone esta novela.
Es muy posible que te reconozcas en algunas de las circunstancias o te llegues a identificar con algunos de sus personajes, puede ser que por esos “caprichos del azar” asomen a tu vida en momentos oportunos y te impliques aún más profundamente en la trama de la historia y te sientas parte de ella, y entonces aún cuando no estás leyendo sus páginas sigues enganchada en la trama, reflexionando sobre la historia, reflexionando sobre tu historia.
¿Somos lo que parecemos? ¿Nos creemos nuestra propia vida? ¿Es nuestra vida-para bien o para mal-, lo que creemos que es? ¿Hemos llegado a conseguir la vida que soñamos? ¿Somos los diseñadores de nuestra vida? ¿Nos sentimos responsables de nuestra biografía? Y si la respuesta es negativa... ¿A qué o a quién culpamos? ¿Seremos capaces de asumir como nuestros los errores y aprenderemos a perdonarnos, sin excusas, sin rencores?
Detrás de tu mirada te conduce a la trastienda de la vida de sus personajes con los que es muy fácil identificarse por su sentimiento de humana fragilidad, te da pistas y alas para tu propia reflexión, porque sus problemas y sus encrucijadas vitales te sitúan frente a los mismos letreros que uno mismo se encuentra en cada cruce de caminos, en cada decisión tomada o por tomar.
Vives al leerla las historias que se cruzan, llegas a conocer y reconocer las emociones de las personas (en este momento ya no quiero llamarles personajes) que buscan soluciones a sus conflictos personales, -y algunas las encuentran de manera sorprendente, de la mano de una enigmática figura: Teodora Mun que trasciende fuera de sus páginas-. Con ellos te implicas, empatizas, eres testigo de su búsqueda de soluciones en su fortaleza interior de como aprenden a buscar y hallar dentro de sí mismos lo que necesitan y quieren para sus vidas, para conseguir una vida plena.
Explorar dilemas y alternativas desde detrás de la mirada de otros, equivale en algunos momentos a abrir y ventilar conflictos y dificultades rancios propios, y explorarlos desde otra perspectiva. Ayudan en mi caso, el tiempo pasado y el momento propicio.
A veces leer un libro te lleva detrás de tu propia mirada y te das cuenta de que después de leerlo muchas cosas no pueden volver a ser igual, tomas conciencia de ello y no puedes permitirte que nada en ti permanezca estancado y siguiendo con la poética alegoría de la vida como un río, esta novela te impulsa a investigar la manera de conseguir a destilar esas emociones que parecen estancarse o arremolinarse e impiden que tu vida fluya.
Ana es una periodista idealista y comprometida que trabaja como freelance. Clara, más introvertida, dirige una galería de arte. Ambas mantienen una amistad muy especial desde sus años de instituto. Ahora, al final de la treintena, después de haber tenido varias parejas Ana parece haber encontrado su gran amor, Pablo, padre de una niña. Clara, por el contrario, se casó muy joven con el único hombre de su vida, Javier, el alma de cualquier fiesta en sus años de estudiante y ahora un triunfador en los negocios. Ambos forman una pareja envidiable.
La maternidad, algo que no había estado presente en las agendas de ninguna de las dos mujeres, surge en Ana al compartir cada quince días la presencia de Marta, la hija de Pablo. Este hecho se convertirá en el detonante de una serie de conflictos entre ambos, que sólo lograrán superar con la ayuda de una enigmática terapeuta, Teodora Mun, que a través de Constelaciones Familiares, Flores de Bach, Tapping y otras técnicas de crecimiento personal les ayudará a llegar a soluciones totalmente inesperadas.
Entre tanto, Clara se da cuenta de que su relación con Javier, en el fondo, no le satisface, pero a diferencia de Pablo, él no quiere saber nada de terapias, por lo que decide tomar la decisión más difícil de su vida: separarse de Javier, de quien está profundamente enamorada.
El trabajo con Teodora la lleva a la conclusión de que había vivido una relación tóxica cuando todos, ella incluida, creían que era una relación envidiable. Y ese había sido el principio del fin. Darse cuenta de esa realidad. Ahora se sentía libre para amar. Sin ataduras, sin dependencias, donde el viento la llevara…Lo curioso fue dónde la llevó.
Al mismo tiempo, la llegada de Yanira y Yosef, dos pequeños nacidos en un lejano país de África, va a suponer un cambio copernicano en las vidas, no sólo de Pablo y Ana, sino también de Clara y permitirá al lector/a vivir en primera persona las experiencias de una familia adoptiva cuyos hijos son de otra raza. El racismo y la xenofobia latente que viven con mayor crudeza cuando no van de su mano, la diferencia entre cómo se perciben ellos y cómo los perciben los demás… Pero también la fuerza del amor incondicional, la riqueza de la diversidad, el valor de ser quien uno quiere ser más allá de lo que otros quieran ver.
Además, a través de la búsqueda de sus propios orígenes, Ana nos descubrirá una apasionante y casi desconocida página de la historia de España. La de un grupo de mujeres protestantes que pusieron todo su empeño y esfuerzo en acabar con las desigualdades heredadas y, además, lo consiguieron.
La novela, en definitiva, es un canto a la libertad de ser uno mismo, independientemente de la familia, la raza, el género, la religión, o el lugar donde nos haya tocado nacer o crecer.